- El sexo digital es una práctica extendida entre la juventud: un 36,5% ha compartido contenido erótico propio con sus parejas o ligues.
- Mientras el grupo más joven (15-19 años) tiende a ver el sexting como una práctica de riesgo, el de más edad (20-30 años) lo ve como una práctica sexual más.
- Las mujeres son más conscientes de cuándo una imagen está siendo sexualizada y señalan de quién es la responsabilidad, mientras que los hombres muestran más debate y dudas sobre qué se puede considerar sexualización o cosificación.
- Casi la mitad de jóvenes ha recibido contenido erótico sin consentimiento, y 1 de cada 5 ha compartido imágenes de terceros sin permiso, lo que evidencia la necesidad de educar en prácticas sexoafectivas responsables.
- La pornografía se ha convertido en una fuente de aprendizaje sexual para muchos y muchas jóvenes, ocupando el vacío que debería cubrir una educación sexoafectiva sólida.
- La investigación evalúa cómo las redes sociales, el sexting y la pornografía afectan a la socialización sexual de la juventud, con un enfoque en los riesgos de género y las estrategias de protección digital.
El 36,5% de los y las jóvenes en España comparte contenido sexual con sus parejas o ligues. Además, 1 de cada 5 lo sube a sus redes sociales o plataformas online para recibir comentarios positivos (20,5%) o para conseguir beneficios económicas (20,2%). Estos datos demuestran cómo el sexo digital ya forma parte de su día a día, normalizándose en su forma de relacionarse y exponerse.
No obstante, el concepto que la juventud tiene del sexo digital no es generalizado ni homogéneo. El grupo de menor edad (de 15 a 19 años) tiende a asociarlo con formas de violencia sexual digital, mientras que el de mayor edad (de 20 a 30 años) lo ve como una práctica sexual más, reflejando cómo la experiencia y la madurez digital influye en su percepción.
Entre los principales motivos para practicar sexting aparecen en primer lugar los contextos en los que el contacto físico está restringido (como las relaciones a distancia) y en segundo lugar sentirse sexy y atractivo/a y la búsqueda de placer sexual.
En cuanto al género, las mujeres tienden a ser más conscientes de cuándo una imagen está siendo sexualizada, ya sea por decisión propia o ajena. Reflexionan con mayor profundidad sobre quién es responsable de esa sexualización. Por el contrario, los hombres muestran más debate y dudas sobre qué se puede considerar sexualización o cosificación.
El consentimiento se revela como la piedra angular en el concepto del sexo digital, que puede ser concebido como una expresión sexual saludable si es consensuado, o como una experiencia negativa, e incluso violenta, en ausencia de este.
Sin embargo, y pese a esta conciencia generalizada, a casi la mitad de jóvenes (48,7%) les han enviado fotos de carácter erótico o sexual sin consentimiento, y 1 de cada 5 reconoce compartir imágenes o vídeos eróticos de otras personas sin su consentimiento.
Gráfico I. Frecuencia de experimentación de algunas situaciones y prácticas sexuales. Población 16-29 años. España 2023. (%)
Estas son algunas conclusiones del estudio «Juventud y sexo en la era digital. Sexting y pornografía», realizado por el Centro Reina Sofía de Fad Juventud entre marzo y junio de 2024. La investigación, de carácter cualitativo, incluyó seis entrevistas a expertos, una comunidad digital con 17 participantes y dos grupos de discusión a jóvenes de entre 15 y 29 años.
Beatriz Martín Padura, la directora general de Fad Juventud, reflexionó “Desde las distintas investigaciones realizadas (la que presentamos hoy y “Jóvenes y pornografía en la era digital”) observamos que hay una gran laguna en la educación sexual juvenil. La mitad de jóvenes no reciben formación ni en casa ni en su centro educativo. Esta carencia debe abordarse con una educación sexoafectiva integral, diversa y con perspectiva de género.”
El impacto de la huella digital en la vida sexual de la juventud
La juventud es cada vez más consciente de las implicaciones a medio y largo plazo que tiene su actividad digital. El miedo a dejar una huella digital permanente es un factor importante en la forma en que gestionan sus prácticas sexuales mediadas por la tecnología.
La percepción general es que «nada puede borrarse de internet», lo que genera una gran angustia entre quienes practican sexting –y especialmente entre las mujeres-, al considerar que su contenido podría quedarse en la red de forma indefinida y ser accesible a cualquiera. Este malestar se intensifica especialmente al pensar que sus contenidos eróticos podrían llegar a su entorno cercano.
Ante estos riesgos, muchos y muchas adoptan estrategias de protección para minimizar su exposición. Entre ellas se encuentran:
- Practicar sexting con personas de confianza.
- Negociar previamente el tipo de contenido a compartir, asegurando el consentimiento activo.
- Ocultar el rostro o anonimizar su identidad digital.
- Usar aplicaciones que no guarden copias automáticas de los archivos enviados.
- Utilizar herramientas como fotos de borrado automático en WhatsApp o la función “mejores amigos” en Instagram para proteger su actividad.
A medida que se incrementa la edad también se es más consciente de la necesidad de implementar este tipo de estrategias y de este modo se normaliza la práctica del sexting. Teniendo esto en cuenta, no es de extrañar que buena parte de las prácticas de sexting se definen como experiencias positivas tanto para la persona que emite los contenidos como para la persona que los recibe.
El rol de la nueva pornografía
La facilidad para acceder y producir contenido pornográfico ha hecho que su consumo sea cotidiano entre la juventud. La pornografía, para muchos, se ha convertido en una «escuela de sexualidad», contribuyendo a la construcción de ideas poco realistas sobre el sexo.
En redes sociales, la tendencia a compartir contenido sexualizado puede derivar en una escalada que deriva en la migración a plataformas como OnlyFans, donde el contenido erótico se monetiza.
Las mujeres sienten más presión para sexualizar sus contenidos y observan que, mientras el cuerpo masculino se asocia al éxito social, el femenino se sexualiza. En cualquier caso, tanto ellas como ellos deciden conscientemente qué compartir, evaluando los riesgos y beneficios de hacerlo más o menos explícito.
Sin embargo, y pese a este acceso ilimitado y consumo generalizado, muchos reconocen y son conscientes de que la pornografía no refleja la realidad de las relaciones sexuales y que puede distorsionar su visión de la sexualidad.
Educación sexoafectiva: un reto pendiente
La pornografía se ha convertido en una fuente de aprendizaje sexual para muchos y muchas jóvenes, ocupando el vacío que debería cubrir una educación sexoafectiva sólida. Sin referentes claros, muchas personas pueden llegar a construir su idea de la sexualidad a partir de contenidos que no reflejan la realidad y perpetúan dinámicas de poder desiguales.
La falta de formación sobre temas como el consentimiento y el respeto mutuo refuerza estereotipos dañinos y expectativas irreales sobre el sexo, normalizando comportamientos problemáticos entre la juventud.
Para contrarrestar estos efectos, es crucial integrar una educación sexoafectiva integral, diversa, igualitaria y con perspectiva de género, ofreciendo una visión realista e inclusiva de la sexualidad, que les permita gestionar sus relaciones de manera segura y respetuosa.
[1] Datos extraídos de la investigación “Juventud y pornografía en la era digital. Consumo, percepción y efectos”, del Centro Reina Sofía de Fad Juventud. [2] Gráfico extraído de la investigación “Juventud y pornografía en la era digital. Consumo, percepción y efectos”, del Centro Reina Sofía de Fad Juventud.
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