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«Así crecen los enanos» para Raúl Serrano – Sistema de protección de menores

By 18 julio, 2022 julio 19th, 2022 No Comments
Así crecen los enanos - tutela menores- Raúl Serrano

Tardes de verano, relajación y… «acción». En nuestra programación de hoy os compartimos una entrevista «de cine» con Raúl Serrano Jiménez, el director y guionista de un documental imprescindible para conocer la situación de las y los niños y adolescentes tutelados en España: Así crecen los enanos.
Este reportaje audiovisual fraguado a fuego lento durante 14 años se ha estrenado recientemente en Filmin. La película está producida por el Equipo de Lunatic y protagonizada por «chavales y profesionales valientes», a quienes Raúl no ha tardado en agradecer de corazón su labor y participación.
Un estreno con el que, precisamente, nos estrenamos en esta sección de Análisis y Debate con el fin de dar voz a otras formas de investigar sobre la sociedad, así como mostrar desde otro ángulo una realidad tan compleja como la que se vive en centros y familias acogedoras:

¿Cuáles son las principales razones que te llevan a realizar el documental?

Hay razones que tienen que ver con mi niñez. Yo he sido un niño de centros y tengo esa espina clavada porque he visto que es un mundo muy abandonado. Los y las menores importan a muy pocos, no tienen espacio de juego y crecimiento salvo que estén relacionados con el consumo. Existe un paterno-centrismo, una mirada de arriba abajo en la infancia.

Otros motivos tienen que ver con la desprotección de la infancia y la adolescencia. Tanto es así que hay agentes políticos que, para conseguir rédito, demonizan los sistemas de centros y de migrantes diciendo mentiras sin consecuencia alguna.

Además, yo siempre me he metido en berenjenales. Las injusticias desde pequeño me han corroído y todo lo que es el sistema de protección a la infancia me parece que hay que reformularlo, reorganizarlo, ya que hay recursos y posibilidades para hacerlo. De hecho, el sistema de centros puede ser bueno y necesario. Por ejemplo, en el caso de adolescentes son personas con cierta madurez que prefieren solventar la causa de la tutela viviendo en centros y no con una familia acogedora.

LOS “NO LUGARES”

Entonces, ¿qué supone emocionalmente para un menor entrar en este sistema de protección y tutela?

Es un cóctel muy grande de emociones que depende de la realidad de la que provengas. Yo creo que la gran mayoría de niños y niñas de centros compartimos esa sensación de haber caído en un lugar del que no tienes ni idea de cómo funciona y en el que no tienes relación con nadie, sólo con tus iguales. No tienes a nadie a quién acudir, una figura de referencia que te va a dar cariño, es un no lugar. Por tanto, sentimos soledad y abandono. Yo tengo imágenes fuertes en la cabeza de menores llamando a sus padres y madres entre pesadillas, o que se despertaban completamente desubicados, porque no sabían dónde estaban.

Luego, ¿la juventud tutelada sufre carencias, riesgos, desigualdades y vulnerabilidades particulares a las de otros menores que viven con sus familias biológicas?

Claro, o incluso existen diferencias entre los niños y niñas que acaban en el recurso de acogimiento familiar y los centros. Una de las cosas que me llama la atención de los menores de centros es que aprenden muy rápido el concepto del tiempo, de cómo pasa, qué es y cuáles son sus mecanismos. Asimismo, una gran carencia de las instituciones es que no se les enseña a gestionar las emociones, y se tienen que construir a sí mismos en las primeras etapas de su vida. Y, al parecer, este tipo de hábitos marcan mucho a las personas.
Cuando entras a un centro te tienes que comer tú solo tu angustia o tristeza, o cualquiera de tus sentimientos. Una cosa que hacemos los padres es enseñar a tu hijo o hija a controlar, a modelar, a calmar las emociones ante determinados escenarios. Es lo que se llama la autorregulación que se aprende con el tiempo.

“EXILIADOS DEL TIEMPO ”

Hablando de afectos, ¿cómo repercuten las diferencias entre “la crianza” y “el cuidado” en los y las menores?

Esta es la clave que no se pone encima de la mesa. Tampoco se teoriza sobre la esencia de las relaciones entre personas adultas y menores de edad. Por eso, mi apuesta en el documental es apoyar el modelo de las familias acogedoras sin atacar el sistema de centros. Por mucho que los educadores y las educadoras cuiden, guíen y estén abiertas a tener un vínculo afectivo con los y las menores, las relaciones no se pueden forzar. Sin embargo, la propia idiosincrasia del entorno familiar propicia la crianza a través del amor incondicional y el transvase de unos valores, ni mejores ni peores, que son importantes para estos y estas pequeñas. Si no reciben esa visión del mundo, se quedan “exiliados” desde dentro, desarraigados, sin entender el mundo en términos de clase, de pertenencia a un lugar.

¿Cómo es la vida académica de los y las menores tuteladas?

Lo normal es que haya fracaso en un porcentaje alto. Volvemos a la pertenencia al grupo, a adquirir valores y ejemplos aspiracionales que son básicos en la vida para que niños y adolescentes vean las posibilidades que tienen por imitación.
El fracaso escolar también se da porque sienten que sus expectativas de futuro son muy cortas, y es que se van de los centros a los 18 o, como tarde, a los 21 años.
También por algo que explica el catedrático de Psicología Evolutiva y Educación Jesús Palacios en el documental, y es que alguien que ha sufrido cualquier tipo de maltrato le impide un desarrollo adecuado de la parte prefrontal del cerebro, entonces se ve muy mermada la atención, la capacidad analítica y el entendimiento abstracto.
Después, se producen situaciones emocionales. Como, ¿qué interés o motivación por estudiar vas a tener cuando tienes en la cabeza que el fin de semana estarás con tu familia biológica en la que se produce violencia? O que estos y estas menores viven con mucha intensidad, en un carrusel de brutalidad, tanto es así que la monotonía se les hace extraña, y eso hay que aprender a gestionarlo.
Ante todos estos obstáculos el sistema académico no se adapta a las y los niños tutelados, es bastante precario.

Así Crecen Los Enanos – Raúl Serrano

“LUCHAR POR SUS CONDICIONES DE VIDA”

¿De qué manera se podría garantizar un acompañamiento saludable y adecuado para los y las menores en proceso de tutela a través de las instituciones? ¿Y para sus familias biológicas y de acogimiento?

Estos procesos tienen muchas capas. En el acompañamiento inter-vínculos, el primer estrato depende de cómo se gestione el proceso y cómo mitigar el daño de la ruptura entre niños y adolescentes con sus familias biológicas, preparando a los y las menores con relatos adecuados sobre sus padres y madres. La segunda capa es un reto elemental de las instituciones para intentar que puedan retornar a sus casas: plantearse qué está pasando y ayudar a las familias biológicas a solventar las causas por la que sus hijos e hijas entran en el sistema de tutela a consecuencia de un grave perjuicio que les están provocando.

Un tercer aspecto es el relativo a cuál es el proyecto de futuro que se tiene para ese niño o niña. En verdad no existe, son menores encapsulados a los cuales se les sustantiva por un término jurídico. A los 18 años se van fuera del centro quedándose solos en su tránsito a la vida adulta; sin oficio ni beneficio, con circunstancias adversas, analfabetismo emocional con severas dificultades de autoestima, con elevado desarraigo al mundo exterior y sin saber cuáles son los aspectos esenciales de la vida como dónde está el centro de salud de su barrio. O, da igual, a los 21 años, que, aunque eres más maduro, puede ser un arma de doble filo, porque estás todavía más institucionalizado.
Sin proyecto vital a estas personas menores se les está haciendo más mal que bien. O sea, se les está creando en muchos casos otros obstáculos peores a lo que supone evitar el problema que le producen su familia biológica.

Por tanto, ¿en qué debería centrarse el esfuerzo de trabajo de los y las profesionales a cargo de menores tutelados?

En mi opinión tendría que haber una coordinación entre servicios sociales para garantizar el acompañamiento entre menores y familias.
Lo ideal sería que hubiese un amplio lado humano, de cariño mutuo, no institucionalizado. Ya que, si no hay relaciones afectivas, es difícil que un adolescente o niño confíe en ti y entienda cuáles son las dinámicas de la confianza. Al sentir que no le importan a nadie, la mayoría de las y los menores de centro no tienen seguridad en sí mismos porque no existe una referencia familiar. Pero esto es complejo, depende de cada profesional, de quién sea y si está dispuesto a abrirse con estos y estas niñas. Los y las educadoras están trabajando en condiciones paupérrimas donde no tienen tiempo para nada y les come la burocracia.

Otro de los temas fundamentales en esas relaciones es que sean duraderas. Para mí la construcción de la memoria es básica. En los y las menores va quedando un recuerdo emocional doloroso, de ausencia. Lo peor que pueden recibir es el vacío, la indiferencia, el no lugar. La familia acogedora suele permitir que en tu memoria entiendas que alguien te crio, se interesó por ti, perteneciste a un lugar. Y eso, ya es algo.

Según menciona Rosa Molero en documental, la directora general de Infancia y Adolescencia de la Generalitat Valenciana, no se conoce bien el sistema de protección de menores. ¿Qué necesita saber la sociedad y no sabe sobre estas personas tuteladas?

Que son niños y niñas que vienen con una desventaja respecto de sus pares en la sociedad. Hoy en día se pinta un futuro cada vez más difícil para la juventud, y dentro del sistema de tutela es aún más difícil, porque provienen de entornos complejos, negligentes. En el momento en el que tengan un hogar, la posibilidad de cariño, amor y sentido de pertenencia a “un lugar”, van a recibir lo mejor de la vida.
Teniendo en cuenta que la sociedad española es muy generosa y la gente cada vez se emancipa más tarde e invierte más tiempo en su trayectoria personal curricular, estoy convencido de que en cuanto se conozca la figura de acogimiento familiar se va a utilizar más.

Y, por su parte, ¿qué podrían hacer los y las investigadoras y agentes implicados en el sistema de protección de menores?

Desde los años 90 ha surgido un movimiento social, asociativo y fundacional en España, y se ha ido perdiendo la red asociativa vecinal, los vínculos de relaciones en los barrios que todavía se dan en pequeñas poblaciones. Ha habido una dejación cada vez mayor por parte de todos como conciudadanos. Nos estamos institucionalizando y dejando que sean los organismos, que a veces tienen buenas intenciones, los que dominen el tejido civil. Ese ejército de instituciones se focaliza en la administración y el protocolo, dejando atrás la parte humana y olvidando para qué existen: el interés superior del menor. Enrique Martínez Reguera (filósofo, psicólogo, pedagogo y escritor) lo expresa claro en nuestra película: tenemos una sociedad en la que existen consumidos, y aquellos que consumen al otro, que velan por sí mismos cobrando un sueldo con la etiqueta de cuidar a las personas necesitadas y pobres.

Por consiguiente, la pregunta es para qué, cuál es nuestra labor y si el resultado concuerda con lo que estoy haciendo. Si no, estoy quitándoles posibilidades de futuro y vida, así como recursos a otros y otras investigadoras. Ya que no estoy cumpliendo con el objetivo, el plus y el valor que voy a dar con esos recursos que se me han otorgado. Por eso, en vez de hacer un documental de denuncia he querido bucear profundamente hasta encontrar una propuesta que vaya más allá de la crítica, que sea respetuosa y constructiva para empatizar y comprender cómo es el sistema de protección y qué necesitan las y los menores.

Puesto que nuestros niños y niñas son el futuro. Si quieres un país que garantice un horizonte bueno, con una sociedad de individuos formados y sujetos emancipados, lucha por mejorar las condiciones de menores y jóvenes; incluyendo, con más razón, las de aquellos y aquellas que tienen más carencias y están más desprotegidos.

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