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Ernesto Maleno: juventud ante «la paradoja del estrecho»

By 19 junio, 2023 No Comments

Un año después de poner el acento en el tránsito de la juventud migrante, hablamos con Ernesto G. Maleno a fin de entender cómo viven adolescentes y jóvenes nacidos en España cuyas familias tuvieron que emigrar de su país de origen. Ernesto es un joven politólogo, comunicador, activista apasionado y Premio Nacional de Juventud de España que nos cuenta desde su propio destino, y la labor que realiza en las organizaciones, cuál es la situación de estos hijos e hijas de inmigrantes:

EL MOVIMIENTO JOVEN

En algunos casos, hijos e hijas de personas nacidas en el extranjero pueden ser referidas como migrantes sin nunca haber emprendido la migración [1]. ¿Cuánto tiempo se ha de residir en un país para dejar de ser visto como un migrante?

No hay un tiempo definitivo, pues tiene que ver con una cuestión de representación, de cómo una identidad se proyecta hacia el conjunto de la sociedad y cómo los valores de esa mayoría social observan y clasifican una minoría que nunca termina de fundirse a todos los niveles: político, cultural, económico, artístico… Parece que las lógicas excluyentes son universales, pero en este momento histórico en el que las fronteras y categorías cada vez están inevitablemente más diluidas en nombres, orígenes, colores, etc., por mucho que haya resistencias la esperanza de que esa “extranjerización” desaparezca es elevada.

Si, como dices, Europa tiende hacia una sociedad global ¿tiene sentido, y qué sentido tiene, llamar a los y las jóvenes hijas de personas migrantes “segunda” o “tercera generación migrante”?

Todo depende de quién y con qué intenciones se nombre. Si se usa desde fuera de esa comunidad migrante para acorralar a un grupo y asignarle comentarios peyorativos de lo que su existencia supone en el país “de acogida” no tiene sentido. Me atrevería a decir que es un delito de odio. Ahora bien, muchas de estas generaciones de hijos inmigrantes están reivindicando las palabras para dignificar su historia personal, no desconectándose de lo que son y de dónde son, así como anulando la carga despectiva que este término pueda tener. Es una reapropiación de términos desde la activación y la vanguardia de los movimientos sociales.
No obstante, es importante no quedarse demasiado en lo estético de la corrección política para no abandonar cuestiones sustanciales materiales y de lucha.

En este contexto de odio ¿por qué muchas personas sienten la llegada de inmigrantes como una rivalidad? ¿Existe desinformación sobre la migración y los hijos e hijas de personas migrantes a España?

No sólo desinformación, además se da una mala intención premeditada en los medios de comunicación y ciertos sectores políticos. Un mecanismo oculto para criminalizar y diabolizar a estos sectores de la población, instrumentalizados para cubrir puestos laborales en la sociedad española que no se quieren. Y estas personas se quieren sin derechos, recluidas, en asentamientos infrahumanos como podemos ver en Almería o en barrios marginalizados en las grandes ciudades.
Es más, cuando en España se aborda el proceso informativo del racismo mediático, institucional y social, se suele copiar un discurso a escala colonial como sur de Europa y país no anglosajón con un aire diferente al resto del continente más cercano a la ultraderecha. A pesar de los siete u ocho siglos de realidad musulmana, andalusí y morisca, hay un trauma colectivo que no termina de asumirse, y se ve en las mayores expresiones cotidianas de la sociedad, tan presente en aspectos como la comida o la conversión al nacional-catolicismo como religión de Estado, que excluye a otras minorías como pueden ser las personas LGTBIQ+ o las mujeres.
En el mundo de la academia, Antonio Manuel Rodríguez Ramos , músico y profesor de Derecho Civil en la Universidad de Córdoba [2], recorre una cronología para explicar comportamientos racistas de la sociedad española perdidos en la línea histórica pero muy conectados a la persecución del disidente.

IDENTIDAD MUTANTE

Hablando de información y “palabras”, ¿qué opinas de esta frase del filósofo de la fenomenologías Emmanuel Lévinas?: “Son las palabras, más que los territorios, las que nos sostienen y nos arraigan”.

Hay una dimensión simbólica de la realidad, una carga energética que cristaliza en lo lingüístico, lo representativo. Yo optaría aquí por el equilibrio, y lo digo como una persona que está en el exilio de su propio hogar. Es decir, el territorio y el arraigo son muy poderosos porque son espaciales, los tocamos, los sentimos y nos transmiten (más allá de las condiciones meteorológicas y la belleza del lugar). Pero ese territorio no sería un hogar de acogida si no estuviera preñado de un sentido, de un gesto, de una sociedad y palabras amables.

Ahora que mencionas lo “simbólico”, ¿es necesario el diálogo interreligioso cuando las personas migrantes tienen una religión distinta a aquella del país de acogida?

Si queremos ser ambiciosos la transespiritualidad es una exigencia de la época. De nuevo, las comunidades están decididas a encontrarse en la universalidad, y, por tanto, esto pasa en especial por tradiciones milenarias de pensamiento y de conexión en diferentes planos. Ese cambio inminente hacia la mezcla de nacionalidades, culturas y espiritualidades convertida en una esencia global posibilita el encuentro y la convivencia pacífica y permite la supresión de elementos y discursos de odio.

Ya lo decías tú en el Foro de Ceuta con rima: “Somos de aquí, de allá. Y quien lo niega se amputa parte de su identidad”. ¿Dónde sitúan su identidad las personas adolescentes y jóvenes de segunda o tercera generación migrante?

Esta es la pregunta del millón para aquellos y aquellas que tenemos una identidad de diáspora compartida entre diferentes lugares. Nos reconocemos en una identidad “mutante” donde las diferentes trincheras sociales y nacionales nos exigen posicionarnos en un lado u otro, y eso es una imposibilidad absoluta para nosotros. Puesto que lo que está en nuestros corazones debe ser vivido de manera íntegra, sino lo que hay detrás es un dolor muy grande. Ese es nuestro difícil reto, afrontar errores, violencias, y señalamientos de estas lógicas sociales que te exigen tomar bando y renunciar a tu otra parte.

DESAFÍOS MÁS ALLÁ DE LA PROPIA JUVENTUD

Y para haceros visibles y daros voz, ¿se está logrando activar la participación social y la vida política de la juventud hija de personas migrantes en España?

No, los hijos e hijas de inmigrantes se topan con un muro constante de exclusión en la representación institucional y política, que se denuncia por redes sociales y espacios comunitarios. Un “techo de hormigón” que impide a esta juventud cualquier tipo de ascenso social, no sólo en lo político, sino también en lo artístico y cultural.
Al ser hijo de inmigrante y orgullosamente tangerino y marroquí, me permito comparar la sociedad de Marruecos con la española. Allí ciertas diásporas están algo más avanzadas en representación. En Francia, se puede ver cómo hijas e hijos de migrantes argelinos o marroquíes, llegan a puestos de representación, así como son playlist de todos los franceses, o se abordan en anuncios, o en temáticas de películas y series. Entre los escasos ejemplos de España, tenemos a Morad, un cantante trapero de origen marroquí pero catalán, que es el primero en sacar la cuestión mora dentro de la industria musical. Morad logra que muchos chavales de barrios humildes de la realidad autóctona intenten imitar la estética MDLR o “Mec de la Rue”, con bolsos y gorras de Louis Vuitton que parafrasean jerga en árabe como “¿qué pasa jai?”. Toda esa carga despectiva se difumina y se transversaliza como factor de imitación entre la juventud. Alhamdulillah (gracias a dios) tenemos ese ejemplo de peso sobre estas generaciones.

Además del muro de exclusión, ¿cuáles son las otras secuelas de que tus padres y madres migren?

Todos padecemos los efectos de grandes decisiones que toman nuestras familias en su vida, y la migración es de las más drásticas. Porque la gente habla en sus discursos racistas del “efecto llamada”, pero no del “efecto huida”. Del hecho de romper sus entornos amados, plantarse en un terreno nuevo de cero y encima con hijos. En el sur global, regiones como Latinoamérica o África en países como España una de las secuelas principales es el futuro retraso en el currículo educativo de niños y niñas fuera del sistema de educación obligatoria, como ocurre en Melilla, o los efectos causados por la violencia institucional de exclusión frente a sus compañeros.
Asimismo, desde una mirada interseccional, hay una serie de limitaciones muy evidentes que estratifican la sociedad de manera clara. Los prejuicios sociales hacen que te pese igual alguien de una determinada clase social que otra distinta bajo el mismo condicionante migrante. Es decir, a los hijos de inmigrantes les cuesta mucho alquilar un piso en normalidad para compartir con personas cuyos padres no quieren compartir con hijos de personas inmigrantes con origen árabe o islámico. Incluso jóvenes de clase alta que vienen a estudiar a universidades privadas y pueden permitirse espléndidos alquileres de lujo, pues de todos modos son excluidos por su propia realidad cultural.

Desde tu trabajo en tu ONG y la Fundación Instituto de Cultura Andalusí ¿qué efectos emocionales tienen dichas experiencias discriminatorias en estos y estas jóvenes?

Se producen reacciones de profundo rechazo al país de acogida completamente justificado que encierra mucha rabia y pesimismo. Al fin y al cabo, es el lugar donde te construyes, perteneces, tienes intercambio social con amigos, profesores… Y ahora que vienen las elecciones hay muchas personas que pese haber nacido aquí no acceden automáticamente a la nacionalidad, y eso les excluye de ser ciudadanos de pleno derecho. Por ende, no pueden votar y se sienten huérfanos, casi apátridas. Sin embargo, tengo la esperanza de que en el futuro sea una situación trascendida sabiéndonos que nadie nos debe reconocer lo que somos, porque en definitiva ya lo sabemos en nuestro ser.

TRANSCULTURALIDAD bajo “ PARADOJA del ESTRECHO”

Cuando esas personas migrantes ya están asentadas y son ciudadanas de pleno derecho ¿de qué modo podemos permitir a la juventud migrante de segunda o tercera generación construir su propia historia de vida e integrarlos?

La clave en este sentido es integrar la transculturalidad como perspectiva de vida, transformándose a uno mismo. Es una necesidad imperiosa apelar al ejercicio creativo, humorístico, que es pura agencia política, resistencia y resiliencia de los propios hijos e hijas de inmigrantes frente a personas y sociedades verticales que vienen a “acoger pobrecitos” de fuera y no han sabido experimentar la diversidad colectiva e individual.
Y, por ponerme en un modo constructivo, para desatar el entendimiento con esos grupos de población, todas las personas especialistas de la formación, la sanidad y, en definitiva, aquellas que trabajan con niños, niñas, adolescentes y jóvenes migrantes deben incluir la perspectiva transcultural. Desde el Instituto Andaluz de la Juventud estamos desarrollando evaluaciones y programas de intervención, acompañamiento y educación responsable de formadores ante las realidades migrantes tanto en aulas como en centros de internamiento de menores. Un trabajo con resultados muy positivos. Con respecto al Programa del Movimiento en Málaga de Save the Children [3] aplicamos el criterio comunitario a protocolos y propuestas con la colectividad marroquí, las mezquitas, así como sus líderes y lideresas.

¿Y qué le pedirías a los gobiernos y los agentes políticos a fin de mejorar la situación de jóvenes hijos e hijas de inmigrantes en España?

Voy a ser muy contundente: si algo tan fuerte como las muertes cotidianas de niños y niñas en las fronteras no mueven al poder político y no sensibiliza para emprender cambios de políticas públicas ¿el resto qué importa?
Estamos en periodo electoral y somos conscientes de que la cuestión migrante siempre es sacrificable. Ya que, de un lado, no hay un electorado al que movilizar en ese grupo de población excluida de la posibilidad de voto. Otro punto es que estas generaciones jóvenes están muy desconectadas de la política institucional tras sentirse defraudadas. Por consiguiente ¿dónde están esos cuadros de segundas y terceras generaciones migrantes de personas españolas con una realidad transfronteriza propia que podría catalizar a un gran electorado marroquí, magrebí, latinoamericano participante en la vida pública y que hoy está apagado?, ¿cómo pueden permear las propuestas y reflexiones que especialistas y ONGs como las que hacemos en Ca-minando Fronteras [4] si el decisor político está inerte ante la cuestión migrante?

En conclusión, ¿qué supone ser joven hijo o hija de segunda o tercera generación migrante?

Pues algo que yo mismo transito en mis carnes y comparto con toda la comunidad de diáspora con la que me reconozco: ser hijo o hija de inmigrante supone vivir con una identidad partida que se sintetiza en un debate entre la posmodernidad y la tradición. Ambos elementos tienen sus facetas luminosas y oscuras de lo que ofrecen a nuestra vivencia.
La tradición concede un sentido de ancestralidad o silsila (cadenas de conocimiento en la cosmología islámica) y la garantía de un pueblo con el que poder orientarse, practicar modos de vida y reglas. Los reparos de la tradición sin embargo vienen de ser preso de las presiones sociales, de las dinámicas grupales tóxicas, de la normatividad excluyente asentada por los siglos.
El modo de vida occidental y la posmodernidad han conquistado la libertad individual y proporciona la evolución de las carreras profesionales y vitales sin el peso moralista y vigilante de otros espacios. La otra cara de la moneda tiene que ver con la soledad, el individualismo exacerbado, el ego sobredimensionado y la insolidaridad neoliberal que mercantiliza las relaciones y hace que suframos un nihilismo desesperante.

De tal modo que se produce la “paradoja del estrecho”. Las personas a veces eligen un lado u otro porque habitar la frontera para los y las hijas de inmigrantes no es fácil, amputando una parte de ti. O sea, estar entre dos sistemas binarios separados entre fronteras que chocan y se encuentran genera disgregación. ¿Cómo es posible que jóvenes españoles autóctonos con dignidad de vida y cobertura material puedan dejar su vida y las tasas de suicidio sean alarmantes? A modo de espejo, ¿cómo al otro lado del Estrecho de Gibraltar la juventud sumida en miseria y faltas de oportunidades tenga la valentía de construir mundos interiores que les permitan cruzar al otro lado y arriesgar su vida por el hecho de vivir? Luego, ahí en el medio, con esa coordenada vital y existencial tan particular, es donde encontramos la oportunidad para apartar dinámicas de odio y vivir la autenticidad con mucha plenitud interior y madurez.

BIBLIOGRAFÍA

[1] Organización Internacional sobre la Migración. «Caja de herramientas para educadores sobre la migración en el mundo«. World Migration Report series. Ginebra: División de Investigación sobre la Migración de la Organización de las Naciones Unidas.

[2] Rodríguez Ramos, A. M. 2018. “Flamenco. Arqueología de lo jondo.” Córdoba: Almuzara.
Rodríguez Ramos, A.M. 2010. “La Huella Morisca”. Córdoba: Almuzara.

[3] Proyecto «Protección integral y escalable para la infancia en movimiento sin referentes familiares en España«. Save the Children España.

[4] Maleno, H. [et al…]. 2017. «Tras la frontera«. Ca-minando fronteras.
Ca-minando Fronteras. Mayo 2023. «I Congreso Internacional de Familias víctimas de las fronteras«. Casa Encendida, Madrid.

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