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El feminismo, la violencia sexual y el miedo de hombres confundidos

By 10 noviembre, 2022 One Comment

*Carlos Moreno

En esta entrada se reflexiona sobre algunas de la conclusiones del proyecto «Jóvenes en la manosfera», recogidas en el informe «Jóvenes en la manosfera. Influencia de la misoginia digital en la percepción que tienen los hombres jóvenes de la violencia sexual». Concretamente, se aborda la relación entre las emociones y sensaciones que experimentan los hombres que habitan estos espacios virtuales y sus actitudes y formas de pensar. ¿Cómo se construyen sus antifeminismos desde el miedo y la confusión y qué de todo esto puede hacer que sean más o menos violentos?

Durante 2021 y 2022 en el proyecto “Jóvenes en la Manosfera” hemos rastreado Internet -viendo cientos de horas de Youtube, siguiendo streams de Twitch, navegando en foros, coleccionando cientos de memes, entre otras acciones de investigación- para comprender la denominada manosfera española. La manosfera es un conjunto de comunidades digitales (Incels, MGTOWS, Youtubers, ADHs, etc), creadores de contenido y líderes de opinión antifeministas que se organizan online y que comparten algunas características: biologicismo, misoginia, apropiación del discurso de la víctima, sufrimiento masculino y sentimiento de pérdida (de derechos, privilegios…), nostalgia del pasado y objetivo de restablecer el privilegio blanco masculino.

Nuestro objetivo, en este caso, tenía que ver con rastrear si desde esos espacios minoritarios y radicalizados surgían conceptos, ideas, representaciones de las mujeres y el feminismo, que finalmente llegaran a un público masculino más “general”, a través, tal vez, de grupos de WhatsApp, memes en redes sociales, o canales de YouTube: a ese trasvase de ideas lo llamamos “polinización”. Para ello, después de conocer la manosfera, condujimos grupos de discusión con varones jóvenes de 18 a 30 años.

Desde el miedo y la confusión a la violencia

De nuestro trabajo, nos llamó la atención que muchas de las emociones que sostienen la manosfera y que articulan el antifeminismo y misoginia – la rabia, la nostalgia, la frustración o el miedo-, eran compartidas por muchos de los varones a los que entrevistamos. Una de estas emociones era el miedo. El miedo es, en cierta medida, un componente fundamental de la manosfera. Las comunidades de la manosfera basan sus ideas en la teoría de la conspiración de la red pill (la pastilla roja) -o, en el caso incel, la black pill-, que consiste en sostener que vivimos en un engaño constante, y que, entre otras cosas las mujeres no son en absoluto sujetos desfavorecidos socialmente, sino que más bien gobiernan con mano de hierro una sociedad ginocéntrica en la que disfrutan de plenos privilegios. La reacción antifeminista se fundamenta de ese modo en una sensación de pérdida de privilegio, un miedo primario a verse desplazados. 

Algunos de esos miedos han sido directamente diseminados por el antifeminismo, y se fundamentan en una comprensión muy poco realista del sistema judicial. Así, es habitual encontrarse en la manosfera referencias a las denuncias falsas, la ausencia de presunción de inocencia y el uso torticero de la Ley Orgánica 1/2004 de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género. No sólo en la manosfera nos encontramos estos miedos, sino que varios de los hombres jóvenes entrevistados en nuestro estudio afirman tener la sensación de que cualquiera puede “enmarronarte la vida” o que a la primera “pasas la noche en el calabozo”: metáforas que señalan peligrosos lugares comunes.

Si en la manosfera la idea de la denuncia falsa se sustenta sobre la demonización de las mujeres, para los hombres entrevistados tiene más que ver con la confusión. Se da allí entonces un paralelismo interesante: el consentimiento es, por una parte, “evidente” (todo el que no sea un monstruo violador sabe lo que no tiene que hacer), pero también genera confusión y sensación de desprotección. Los varones entrevistados presentan diversas situaciones hipotéticas conforme la conversación avanza en las que no saben qué norma se les aplica, qué es el consentimiento, qué está bien y qué está mal, qué les permiten y qué no. ¿si está borracha, pero dice que sí? ¿sí, pero luego se arrepiente? ¿si sí, pero…? No se trata de responder a esas preguntas, sino de entender que están, que los límites se están testando, y que algunos hombres tienen miedo de no saber si los sobrepasan, o sobre todo de ser acusados (injustamente) de haberlos sobrepasado: del “juicio social”, la “cancelación” y el señalamiento. En particular, el haber monstruificado de tal manera el abuso sexual (los violadores son “psicópatas”, o “volados de la cabeza”), hace que pensar el abuso como algo más generalizado, como un límite que incluso ellos podrían, a juicio de los otros, traspasar, sea aterrador.

Por último, la confusión llega también a la terminología, en la que los hombres en ocasiones se embrollan (“sexos, o géneros, o bueno géneros no, perdón” se enredaba uno de ellos) con la sensación de pisar terreno pantanoso. De nuevo, no evitan opinar, pero temen ser examinados por el lenguaje que usan. En ocasiones, se refugian en afirmar un compromiso ideológico personal con la igualdad tan evidente que su uso del lenguaje no debería ponerlo en duda.

El antifeminismo y el feminismo

En definitiva, los hombres son conscientes de que el feminismo les exige cambios en sus comportamientos, y que las reglas del juego están transformándose. Ese cambio les asusta, tanto por la posición en la que les podrían situar sus actos, como por una cierta confusión respecto a esas nuevas reglas, y un miedo a traspasarlas inadvertidamente.

“El miedo va a cambiar de bando” es una frase típica de movimientos sociales. Es indudable que cuando el mundo se mueve la gente se siente confusa y asustada, puede que tanto como esperanzada. El miedo, en ocasiones, puede ser síntoma de procesos productivos: es indispensable que reflexionemos sobre la forma en la que nos relacionamos con las mujeres y que lo hagamos a la luz de sus experiencias y del feminismo. Hacerse preguntas ayuda a mejorar, y a construir una sociedad mejor. Pero al mismo tiempo, ese miedo puede ser un arma de doble filo. Muchos hombres pueden simplemente escapar del debate, o entender que deben mantener un perfil “oficial” mientras que se refugian en espacios seguros (misóginos) dónde seguir haciendo lo mismo. Y, por supuesto, la confusión y el miedo puede ser también un terreno fértil para el antifeminismo y la manosfera, e incluso una oportunidad para los partidos políticos que apelan al injusto tratamiento de los hombres para recabar votos.

Tal vez una de las facilidades que el antifeminismo encuentre está precisamente en la lógica individualizadora, y casi judicial, que sostiene muchos de estos debates. Los hombres se preguntan si las cosas están bien o mal, si algo es consentido o no, si es violencia o no, si han cruzado la línea o no, en lugar de pensar en qué podrían ser, qué modelo de masculinidad, qué prácticas, les hacen sentirse a gusto sin violentar a sus compañeras. El movimiento feminista debería debatir respecto al papel que estos miedos y confusiones juegan en su proyecto de cambio social y cómo evitar que lo obstaculicen. 

*Carlos Moreno es miembro del proyecto Jóvenes en la Manosfera (JOVMAN)

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  • También habría que tener en cuenta los movimientos organizados de asociaciones feministas que tienen en sus listas a hombres cuyos comportamientos creen maltratadores cuando en realidad son ellos los que están siendo maltratados psicológicamente (en el bulling infantil se sabe que la víctima acaba teniendo una reacción agresiva y es cuando el profesor puede confundir-se y castigar a éste). Movimientos tales como persecución y acoso en parejas de dos tras el pobre individuo que lo único que ha querido ha sido apartarse de su relación tóxica y quebintenta rehacer su vida. El boca a boca y el etiquetaje hacia personas inocentes y el calumniar su nombre simulando el impartir justicia.

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