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Elisa Chuliá: «Tenemos el reto de ilusionar a los jóvenes para que crean en sus capacidades»

By 26 enero, 2024 enero 30th, 2024 No Comments

Elisa Chuliá es profesora titular en la UNED e investigadora de Funcas. También forma parte de nuestro comité asesor y, desde esta condición, se muestra generosa con sus ideas y su tiempo siempre que lo necesitamos. En las distancias cortas es tan precisa como humana, hilando fino sobre las cuestiones que nos urgen como investigadoras e investigadores sociales y como parte del mundo en que vivimos y trabajamos. Responde a nuestras preguntas con la pericia propia del sentido común, el de la razón y el del bien al conjunto de la comunidad.

Sabemos que huyes de una visión catastrofista, Elisa, pero necesitamos hacerte esta pregunta: ¿Estamos en crisis económica post-pandémica? ¿Qué indicadores argumentan a favor o en contra de que lo estemos o no? 

Sí, el catastrofismo no conduce a nada bueno; antes bien, justifica la inacción o los aspavientos, ambos, a mi juicio, fatales tanto individual como socialmente. Eso no significa que no me preocupe la situación que vivimos en estos momentos, aproximadamente cuatro años después de que se declarara la pandemia. Y es que, aunque el comportamiento de la economía española ha sido en los últimos años afortunadamente mejor de lo pronosticado por diversas instituciones nacionales e internacionales, hay algunos indicadores socioeconómicos y económico-financieros preocupantes. Por poner dos ejemplos: en el ámbito del mercado de trabajo, la tasa de desempleo (particularmente elevada entre los jóvenes) se mantiene todavía alta a pesar del crecimiento económico, y concurre con tasas de vacantes en aumento (aunque todavía bajas en comparación con otros países de nuestro entorno), mientras, por otra parte, la productividad de nuestro empleo no mejora; en el ámbito de las cuentas públicas, el nivel de deuda de las Administraciones públicas es muy alto (por encima del 110% del PIB) y los gobiernos tienen dificultades para conciliar la financiación de las políticas con la necesaria consolidación fiscal. Muchos países europeos también afrontan problemas importantes  en el mercado de trabajo y en la hacienda pública, pero unos los manejan mejor que otros; España, por diversas razones, tanto estructurales como coyunturales, se encuentra más bien entre los segundos. 

En definitiva, actualmente no nos encontramos en una situación de crisis económica, pero nuestro crecimiento económico post-pandémico –al que han contribuido decisivamente el “rebote” de la demanda de servicios turísticos y los fondos Next Generation– se asienta sobre bases que, según la mayoría de los expertos, no son estables ni ofrecen suficiente confianza a los agentes económicos.

Ante este panorama, ¿cuáles son los principales retos a los que se enfrenta la juventud ahora mismo? 

Uno de los principales problemas que afrontan los jóvenes hoy en día tiene que ver, a mi entender, con la falta de perspectivas que les ilusionen. Los jóvenes perciben que el entorno es estructuralmente incierto. Han vivido periodos de su niñez y adolescencia críticos (en particular, el septenio de crisis económico-financiera, entre 2008 y 2013, y el trienio pandémico, entre 2020 y 2022); y ahora se enfrentan a un periodo de intensa conflictividad internacional y de alarmantes pronósticos sobre el futuro de la Tierra. Todo ello ha reforzado probablemente su sensación de vivir en un mundo contingente, en el que carece de sentido hacer planes de vida a medio o largo plazo. El horizonte de planificación de la vida se ha acortado, y el impulso juvenil parece adormecido. Cómo ilusionar de nuevo a los jóvenes para que crean en sus capacidades como individuos y como generación: ese es el reto. Gozan de la protección familiar, pero sus ingresos –cuando consiguen un puesto de trabajo– a menudo no bastan para emanciparse del hogar de sus progenitores, conseguir autonomía económica para cubrir sus necesidades y preferencias de ocio, y formar sus propias familias. Esa emancipación completa y definitiva equivale, sin embargo, a un rito de paso que procura fortaleza de ánimo y confianza en uno mismo.   

«Oportunidades». Autoría: chris_dagorne. Fuente: Pixabay.
¿Qué oportunidades ofrece la estructura laboral actual a las juventudes? ¿Cuánto influye la falta de cualificación o la sobrecualificación en estas oportunidades? 

El nivel de empleo de los jóvenes depende fundamentalmente de las competencias que hayan adquirido durante su formación. En general, la probabilidad de inserción en el mercado de trabajo aumenta con la formación. Hay que insistir en esta tesis desde todos los ámbitos para que los adolescentes y los jóvenes la incorporen a los principios rectores de su vida. Ahora bien, mientras los titulados en algunas disciplinas y especialidades muy demandadas por las empresas y las Administraciones públicas apenas sufren desempleo, los titulados en otras encuentran bastantes más dificultades; no es que estén infracualificados, sino que su cualificación tiene escasa demanda en el mercado de trabajo. Lo peor es que muchos de estos jóvenes no previeron esas dificultades cuando empezaron a formarse y, cuando las padecen, lógicamente se frustran. Por tanto, mejorar la información sobre las necesidades del mercado de trabajo ayudaría a muchos jóvenes a elegir mejor su formación y al sistema de formación profesional y de educación superior a ajustar mejor su oferta cuantitativa y cualitativamente. Una parte de los estudiantes elige la disciplina de estudios postsecundarios por vocación, y eso está muy bien, pero todos deberían tener una idea realista de la demanda efectiva de conocimientos y habilidades en el mercado de trabajo, haciéndose también responsables de su elección.

«Vida buena». Autoría: MMckein. Fuente: Pixabay.
Nos parece muy potente el concepto de “vida buena” que has manejado en alguna ocasión para explicar el desarrollo juvenil. Además del empleo y la educación, ¿qué completa el caleidoscopio de “una vida buena” durante esta etapa de la vida de transiciones? 

Las relaciones sociales, en particular, con familiares y amigos, constituyen una parte fundamental de esa “vida buena”. Estas relaciones son de suma importancia para sentirse bien y poder rendir en la formación y el empleo, para mantener la salud física y, sobre todo, mental (sobre esta última vamos conociendo algunos datos preocupantes, por ejemplo, que durante la pandemia los jóvenes sufrieron un deterioro significativo de su estado emocional, mayor que el de otros grupos de edad mucho más vulnerables físicamente al COVID-19). No hay un modelo universal de relaciones sociales; es decir, la configuración de estas relaciones puede ser muy diversa, pero es importante que sean sólidas, que se pueda confiar en ellas, que confieran seguridad y creen compromisos mutuos. Sin esa estructura de relaciones estables no puedo imaginar una vida buena, por mucho que los recursos materiales estén asegurados, o que se esté satisfecho con la formación alcanzada y con la ocupación laboral. Una vida buena implica levantarse por las mañanas con plena conciencia de lo mucho que importas a la gente que forma tu propia estructura social, y lo mucho que ella te importa a ti.  

¿Qué políticas necesitamos para apoyar los cambios a mejor en chicas y chicos jóvenes? ¿Y qué tipo de acompañamiento en sus decisiones personales para que sean agentes de su propia mejora y de la mejora social? 

En primer lugar, necesitaríamos buenos diagnósticos de los variados problemas de los jóvenes, que forman un colectivo tan heterogéneo como el de los adultos o los mayores. “Mejores diagnósticos” implica mejores estadísticas y evaluaciones de experiencias y programas llevados a cabo en España y otros países de nuestro entorno. Esos diagnósticos y análisis son necesarios para diseñar políticas de apoyo a las familias (sobre todo, a las que se encuentran en el periodo de formación y desarrollo) y a las escuelas, las dos instituciones clave de socialización de niños y adolescentes que mejor pueden canalizar las inversiones que como sociedad hagamos en ellos. Facilitar a los jóvenes el acceso a la vivienda en grandes ciudades también les beneficiaría mucho. Pero antes de lanzarse a diseñar las políticas, es preciso alcanzar consensos políticos amplios sobre los objetivos deseables y las medidas más eficaces para lograrlos. Y eso, lamentablemente, parece hoy día inalcanzable en España. 

«Generaciones». Autoría: silviarita. Fuente: Pixabay.
¿Cuánto de importante es el enfoque intergeneracional o intrageneracional para abordar estos desafíos tanto en política, como desde entidades como Funcas o el Centro Reina Sofía de Fad Juventud? 

Me interesan particularmente los análisis de la juventud planteados desde el enfoque intergeneracional porque permite establecer comparaciones entre generaciones de una misma sociedad, y observar las relaciones entre ellas. Ahora bien, este enfoque entraña en ocasiones el riesgo de ver esas relaciones como un juego de suma cero. Hay que superar esa visión y trasladar a la sociedad la idea de que a los mayores les irá mejor si a los jóvenes les va bien; es decir, que el bienestar social depende de que todas las generaciones convivientes se sientan bien tratadas y reconocidas en su importancia.

Más específicamente, las generaciones de personas mayores, que hoy cubren sus necesidades principalmente a través del Estado (sobre todo, del sistema de pensiones de la Seguridad Social y del sistema nacional de salud), han de ser conscientes de que su bienestar depende, en buena medida, de que los jóvenes apoyen y contribuyan al sistema de solidaridad intergeneracional sobre el que se basa nuestro Estado del bienestar. El compromiso con ese sistema requiere que ellos mismos, los jóvenes, no se sientan descuidados o menospreciados por otras generaciones, y que alberguen confianza suficiente en que, cuando envejezcan, también tendrán acceso a recursos para cubrir sus propias necesidades. Las generaciones adultas y mayores tendrían que ser capaces de transmitir ese aprecio y esa confianza a los jóvenes. Ese es un mensaje transversal para cuya formulación concreta y difusión pueden resultar cruciales instituciones como el Centro Reina Sofía de Fad Juventud, muy comprometido con la elaboración y publicación de datos y análisis sociales sobre los jóvenes, y también otras que, como Funcas, se dedican a mejorar los conocimientos sobre el funcionamiento de la economía y la sociedad y, por tanto, la calidad de nuestrol debate público.

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