Nos encontramos entre dos momentos electorales sustanciales en nuestro país: las elecciones autonómicas celebradas en Galicia y las próximas al Parlamento Europeo que se llevarán a cabo el 9 de junio. Por eso, desde el blog Análisis y Debate hemos puesto el foco en la participación política y la juventud mayor de 18 años con derecho a voto. Y, hemos invitado a reflexionar sobre ello a uno de nuestros miembros del Consejo Asesor del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud: Pablo Simón Cosano. Pablo, es Politólogo especializado en partidos, sistemas electorales y participación política, así como desempeña la labor de profesor titular en la Universidad Carlos III de Madrid.
POLÍTICA POST-COVID EN ESPAÑA
En el tercer diálogo del ciclo Retos socioeconómicos de los cambios demográficos [1] se mencionaba que la generación joven actual es la “más pesimista de la historia”. ¿En qué medida las crisis globales, como la pandemia, afectan las actitudes y acciones políticas de los y las jóvenes?
A lo mejor cuando estamos hablando del “pesimismo de la juventud” no estamos viendo que ya tenemos una cohorte nueva en circulación. Es decir, en términos de comparación de expectativas por empleabilidad, el shock más intenso lo sufre la generación millennial, puesto que su desarrollo de ciclo de movilidad social ascendente se vio truncado por la crisis económica de 2008, y, con posterioridad, la pandemia les golpeó de nuevo en decisiones residenciales, reproductivas y de búsqueda de empleo. Sin embargo, tengo la impresión de que la generación que viene por detrás no es tan pesimista como resignada en aspectos sociolaborales, porque entienden que el mercado laboral no puede ser su principal fuente de autosatisfacción, no recuerdan la época de los recortes. Pero la pandemia sí que tienen a la generación Z a flor de piel, y el impacto es más fuerte en cuestiones educativas y de desarrollo cognitivo, emocional y salud mental.
Con mi experiencia como profesor universitario de asignaturas introductorias a jóvenes de 18 años y de grados muy diferentes, me he permitido realizar una comparación intra e intergeneracional. De lo que he deducido una pérdida de rendimiento en términos de capacitación educativa por el impacto de estar confinado. Además, a través del estudio del Instituto de la Juventud 2020 [4], encontramos que la heterogeneidad por hogar se disparata. Por tanto, el gran rasgo distintivo respecto de las cohortes anteriores es que la actual va a arrastrar una desigualdad intergeneracional e intrageneracional muy fuerte. De hecho, los hogares más vulnerables son los más pesimistas.
También decías en este ciclo que “la economía política en nuestro país está muy sesgada a favor de la gente mayor y se olvida de los jóvenes”, ¿por qué? Y, esto me lleva a preguntar ¿qué crees que nos une intergeneracionalmente?
De manera sucinta, tenemos tres pilares de provisión de bienestar juvenil. El primero es el mercado de trabajo, precario a pesar de las mejoras con la reforma. El segundo es el Estado de Bienestar, cuyas políticas centradas en jóvenes son insuficientes y mal diseñadas. Entonces, el problema es doble, por un lado, el incentivo político para cambiar esa situación es escaso debido a que son pocos en número, evanescentes electoralmente hablando (a veces participan y otras no) y, en consecuencia, no inclinan la balanza en términos de elección. Por otro lado, las políticas son administrativa y técnicamente difíciles porque existe una creencia secular de que ser joven se cura con el tiempo que conspira contra ellos y ellas. Y es por ello por lo que la economía política española está sesgada contra los jóvenes.
El tercer pivote es la familia, que es la unidad básica intergeneracional que se encarga de redistribuir. Pero es muy lesivo en igualdad de oportunidades, depende de los recursos de esa familia. Igualmente es dañino desde una perspectiva de productividad de conjunto del país, ya que la juventud no puede desarrollar su proyecto de vida autónomo y reproductivo acorde a su voluntad. Curioso que luego haya gente que se echa la mano a la cabeza cuando ve que no tenemos niños y niñas en España. En el fondo, las sociedades más equitativas son también sociedades más cohesionadas y eficientes.
OBSTÁCULOS QUE ALEJAN DE LA POLÍTICA
La investigación del Consejo de Juventud de España, “Rompe el cristal” [3], advierte de que el “59% de jóvenes entre 14 y 30 años afirman no sentirse representados en el sistema político español”, ¿por qué siguen sin sentirse representados y representadas?
Aquí hay dos cuestiones clave para entenderlo. La primera cuestión es que, en las encuestas a jóvenes para investigaciones con ideología, la tasa de “no sabe, no contesta” y las respuestas que tienen que ver con dinámicas autoritarias camuflan otro tipo de preocupaciones. Aunque sí hay indicios para pensar que la juventud es más autoritaria y tiene menos apego al sistema democrático y la representación que hace, tal vez, diez o quince años.
Esto es así por la polarización, volatilidad y fragmentación de la mayoría de democracias occidentales, como la nuestra. Dado que el doble eje en los problemas de la democracia es, por una parte, a causa de que la población legitima el sistema político en función de si rinde o no, y en un contexto global es cada vez es más difícil gestionar el Estado de Bienestar y se produce más dificultad en los mecanismos redistributivos tradicionales. La otra gran pata de ese eje es el responsiveness, o la percepción de que el sistema político escucha las demandas del pueblo. Esa dinámica entre los ejes se retroalimenta: el sistema político no funciona, y por tanto no da resultados. Lo que provoca un gran descontento que impacta con más fuerza en los y las jóvenes.
A este impacto se le agrega a la generación contemporánea la gran etapa que ha emergido de eclosión de nuevos derechos como el feminismo y el ecologismo. Con lo cual surgen dos vertientes de jóvenes, una autoritaria o tradicional versus libertaria o verde.
Lo anterior me lleva a la segunda cuestión que es una doble hipótesis. La primera son los cambios en los valores culturales que hace que una parte de la juventud, sobre todo hombres, se estén girando hacia posiciones más conservadores. Y al mismo tiempo, la hipótesis material que dice que esos jóvenes son los que han sufrido mayor desigualdad. Es decir, lo material y lo cultural se entremezcla y no se pueden disociar, luego empíricamente es muy difícil medir y definir por qué no se siente representada la juventud.
Ante este panorama, ¿cuáles son los desafíos a los que se enfrenta la juventud con mayor dificultad en este ciclo político?
¡Tiene tantos! Tal vez, para mí el gran desafío juvenil, compartido a nivel internacional occidental, es la gestión de la vivienda. Respecto a las otras problemáticas (educativas, de capacitación…) se saben diagnosticar y la posible receta, aunque no se haga. Pero en el caso de la vivienda no se sabe qué hacer con ello. La principal desigualdad radica en la riqueza y no en renta, pues la juventud no puede acceder a comprar vivienda y los alquileres suben, implica falta de arraigo y esto, a su vez, obstáculos sociales, psicológicos y emocionales. Además, si heredas casa, que ya es desigual dependiendo del patrimonio familiar, lo harás como Carlos III: cuando seas muy mayor. A todo esto, podemos agregar las implicaciones económicas, ya que seremos una sociedad esencialmente rentista, que no genere productividad porque genera renta de manera directa.
FACILITAR LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA Y ELECTORAL
Según los resultados de la última publicación de FAD Juventud “Jóvenes y política: del 15M a la actualidad polarizada” [5] cuyas conclusiones emiten que “En cuanto a la declaración del voto electoral en las elecciones generales, se observa que, tanto entre adultos y adultas como entre jóvenes, hay una sobre declaración de haber ido a votar en comparación con las tasas de participación real.”, ¿cómo se puede motivar la participación electoral juvenil?
Teniendo en cuenta que siempre ha habido un sesgo de deseabilidad social común, porque decirle a un encuestador que no ha ido a votar queda feo, no se sabe claro porqué las personas jóvenes se activan o se desactivan y cambian de dirección en sus preferencias políticas. Luego, les condiciona mucho el contexto. Pero cuando una persona joven ha votado por primera vez se deja cierta marca y es muy probable que en las siguientes elecciones se abstenga.
De igual modo, hay que tener en mente que medimos mal el interés por la política en España. Se pregunta por política institucional y no política. Es llamativo, por ejemplo, que en la última encuesta del CIS [2] se pregunte a la juventud en qué medida apoyan a Europa y salgan tasas altísimas de apoyo, y, sin embargo, cuando se mide el interés por la Unión Europea caiga a nivel dramático. Y, cuando se compara el interés político entre adultos y jóvenes no hay un diferencial fuerte, en general la política interesa poco.
En consecuencia, no hay una fórmula única para activar a los jóvenes. Ayuda hablar en su lenguaje, no en discursos parlamentarios, que les hablen de temas que les interese y gente como ellos, líderes jóvenes o incluso gente que no sea político. Según cifras del INJUVE [4], esta generación ya sólo conecta a la política a través de Internet. Y es muy interesante también intentar entrar a la juventud a través de conductos no políticos como actividades de ocio: programas, conciertos, podcast… Te pongo un ejemplo, el Parlamento Europeo va a pedir a Taylor Swift que se implique de manera directa para promocionar el voto, una buenísima idea.
Este planteamiento me conduce a dos preguntas muy dispares. La primera es: ¿cuáles son las implicaciones de las nuevas formas de comunicación digital tanto en la decisión de voto como en la construcción de movimientos juveniles políticos?
La participación electoral depende de infinitos factores y no es fácil saber la dirección, pero es cierto que la juventud está en el medio digital y es su vía preferente de acceso, pero no la única. Ese mundo digital está permitiendo mayor hipersegmentación, como nichos que son cámaras de eco, que deriva en una gran incidencia en una juventud y una sociedad cada vez más heterogéneas. De hecho, pronto tendremos que estudiar como factor de socialización política al algoritmo de Internet, que nos expone a las opiniones y contenidos culturales más semejantes a nuestros puntos de vista, o bien a los más contrarios a fin de provocarnos más reacción de indignación.
La brecha que se construye respecto a sus padres, pues, es que todas las personas jóvenes comparten el hecho de que hay una autoselección en su consumo e individualización en el acceso. Es más, tampoco ni si quiera entre jóvenes se consume lo mismo, ni comparten entre si los mismos referentes, aunque los conozcan más. Quien sigue a El Xokas, no sabe quién es La pija y la Quinqui, y viceversa. Antes, todo el mundo veía el mismo programa gustase o no. De tal modo, es inevitable que se rompa aún más la conversación pública.
Hemos hablado de equidad e igualdad, por eso me pregunto ¿cómo influye la percepción de la justicia social en las actitudes políticas de la gente joven?
A diferencia de la generación millennial que tenía la visión de que el esfuerzo tenía una rentabilidad clara, ahora la discusión que permea lleva a dos tipos de ideales jóvenes: de un polo aquella juventud preocupada, que cree que esforzándose mucho va a conseguir grandes logros y que no va a depender de nadie para hacerlo; y del otro polo, aquella que opina que está en este mundo para vivir bien, y que no va a buscar su identidad a través del trabajo precario, si no que es preferible centrarse en el autodesarrollo y cuidado personal puesto que la meritocracia no existe. De estos discursos se entrevé una hiperindividualización ligada a que lo online y lo offline ya no es disociable. Asimismo, una parte de autoprotección que acomoda las expectativas de la juventud al entorno que ve, en este caso de estancamiento que no les convence.
FUTURO Y NECESIDADES POLÍTICAS DE LA JUVENTUD
Cerrando el círculo, ¿que podrían hacer las y los jóvenes por si mismas, por si mismos, desde su capacidad de agencia?
La agencia de la juventud pasa por una mejor organización. En la actualidad, al vincularse principalmente de manera online, la participación política y la incidencia social es más evanescente y focalizada. Por esta razón se da menos activismo organizado, ya que no tienen tejido social e interlocución por culpa de priorizar un modelo económico y social individualista, y con poca interacción física real.
Tarde o temprano, volverán a redescubrir y rehacer las militancias clásicas, que no los actores clásicos, en otro tipo de organizaciones capaces de trasladar las demandas juveniles.
Teniendo en cuenta todo lo anterior, ¿qué deberíamos priorizar o qué nos está faltando explorar en los estudios de juventud?
A parte de lo que mencioné al principio del análisis de cohortes por edad, creo que sería importante contrastar los datos desagregados por origen y segmento social tras la pandemia y ver la perdurabilidad en el tiempo y el efecto de las brechas que tienen que ver con esa socialización diferencial.
En otro orden de aspectos, yo reclamo instrumentos adecuados para obtener datos duros, y no a través de encuestas ex post, sobre dónde se conectan los chavales y las chavalas, así como el tiempo de conexión e inputs que les entran. Incluso, observar con diseños experimentales cómo reaccionan a estímulos determinados en redes sociales y ver cómo cambian la reacción en función de ese estímulo.
Por último, sería interesante observar cuál es el mecanismo por el cuál ahora hay más mujeres interesadas en política que antes, y porqué estaban refugiadas en el “no sabe-no contesta”.
Una hipótesis que tampoco se puede demostrar, y que me inspiró Lorena Berdún en una charla sobre sexualidad y jóvenes cuando expresó que “la mitad de los problemas del mundo se pueden explicar ahora por el despiste del hombre joven heterosexual”, es el impacto que tiene ligar a través de mecanismos online en actitudes y preferencias políticas de la juventud. La imagen personal se ha convertido en algo más relevante, y de esto depende ser rechazado o no, algo que a la vez podría generar un refugio en los varones jóvenes con una posición misógina o una contradicción interna en mujeres feministas al sentirse atraídas por hombres machistas. Cuestionarse sobre si las formas de emparejamiento de jóvenes serían diferentes en el caso de que el entorno fuera presencial, o si dependen de la zona geográfica en las que vivan y se produce en todo ello una brecha rural-urbana.
BIBLIOGRAFÍA
[1] Baliña, S.; Simon. P. (2023). Diálogo Tres: El futuro de los Jóvenes. En el Ciclo “Retos socioeconómicos de los cambios demográficos”. Valencia: Instituto Valenciano de Investigaciones Económcias-Fundació Ernest Lluch.
[2] Centro de Investigaciones Sociológicas (2024). Barómetro de marzo 2024. Estudios nº3445. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas.
[3] Consejo de Juventud de España (2023). Rompe el Cristal. Madrid: Consejo de Juventud de España.
[4] Pérez Díaz, M.T [dir]. (2020). Informe Juventud en España 2020. Madrid: Dirección General del INJUVE y Observatorio de la Juventud de España.
[5] Sánchez Sanz, M. (2024). Jóvenes y política: del 15M a la actualidad polarizada. Madrid: Centro Reina Sofía de FAD Juventud.