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Jóvenes y Medioambiente

By 5 junio, 2024 junio 11th, 2024 No Comments

*Ariana Pérez Coutado

Hoy, en el Día Mundial del Medio Ambiente, reflexionamos desde Análisis y Debate sobre el papel crucial que juegan las nuevas generaciones en la lucha contra la crisis climática. Los y las jóvenes no solo están concienciados sobre la gravedad de la situación ambiental, sino que están tomando medidas activas para abordarla. En la entrada de hoy, exploramos a fondo el estudio «Jóvenes y Medioambiente», realizado por la Fundación SM en el año 2005.

La Fundación SM fue pionera en incluir en el informe “Jóvenes españoles” una batería de preguntas dirigidas a captar tanto el nivel de concienciación como la participación en el cuidado del medioambiente de las personas jóvenes. Con aquel cuestionario pretendíamos hacer una fotografía lo más fiable posible de cuatro dimensiones multinivel que abordasen sus actitudes y valores desde la toma de conciencia hasta sus acciones (tanto a nivel individual como colectivo). Este modelo fue replicado con el fin de realizar un análisis longitudinal en los posteriores informes de “Jóvenes 2010” y “Jóvenes españoles 2021. Ser joven en tiempos de pandemia”, si bien de forma mucho más sucinta dado el amplio espectro de cuestiones que se suelen abordar en estos estudios generales.  

El descubrimiento de la presencia de contradicciones entre actitudes y conductas, o entre conductas a nivel individual y colectivo, sirvió de inspiración para la presente investigación, “Jóvenes y Medioambiente”, que ofrece reflexión profunda y pormenorizada de la perspectiva que las personas jóvenes han venido desarrollando sobre la cuestión medioambiental. Un monográfico para el que se han realizado 1500 entrevistas a una muestra representativa de la población joven entre los 15 y los 29 años. 

Desde la acción colectiva, la cuestión medioambiental se ha convertido, tal y como apunta Daniel Innerarity (2012), en uno de los mayores desafíos para la humanidad. No solo por la dificultad que conlleva para identificar con criterios de justicia las causas, los impactos y las responsabilidades de la actual crisis climática, sino también porque los daños no están distribuidos por igual. No es un asunto en absoluto neutral. Unos pierden más que otros y, en este sentido, resulta tremendamente difícil equilibrar intereses contrapuestos y distintas pretensiones de justicia.  

En este escenario complejo podemos caracterizar a las personas jóvenes (organizadas a nivel transnacional) como un sujeto político diferenciado del resto de los agentes sociales, un sujeto que reclama su derecho a tener futuro y que ha dejado su particular impronta en las luchas ecosociales con una proyección pública mucho mayor de la que habían tenido nunca (Herrero, 2022). Con esto no queremos decir que todos los jóvenes sean activistas, o que compartan las mismas opiniones; y, como demuestra esta investigación, que sus opiniones sean del todo coherentes o consecuentes con sus hábitos de consumo y su estilo de vida a nivel individual. 

Existe una preocupación generalizada ante la situación de degradación ambiental, aunque un 40% opina que el problema se está exagerando mucho. Y es que algo más de la mitad de los y las jóvenes confía en que la inventiva humana (ciencia y tecnología) asegurará que no convirtamos la Tierra en inhabitable. Y casi en la misma proporción, que aún nos queda mucho tiempo para actuar frente a los problemas medioambientales.

Lo que sí se puede afirmar es que la cuestión climática está marcando la socialización política de buena parte de los jóvenes. Alrededor del 40 % de jóvenes en España participa en debates o discusiones sobre el tema, en proyectos de voluntariado, y al menos un 30 % responde a un perfil de activismo (online y offline) muy comprometido.  

Como generación, también han construido una conciencia crítica sobre la base de una serie de consensos: la pluralidad informativa frente a la agenda mediática de los medios de comunicación o mass media; la confianza en la ciencia y en las instituciones académicas para navegar entre la ola de desinformación que durante décadas ha rodeado a la cuestión climática; y la denuncia ante un sistema que, basado en una racionalidad crematística, ha socavado las bases sociales y naturales sobre las que sostiene su idea de progreso (grandes empresas), beneficiando únicamente a una minoría (los ricos), debilitando la vida democrática y capturando a las instituciones del Estado (sistema financiero), que se ven incapaces de adoptar medidas efectivas frente a la crisis ecológica (Gobierno central).  

En el imaginario social parece haberse instalado la idea de que esta generación nos salvará del colapso ecológico o, al menos, que las personas jóvenes están haciendo mucho más que las adultas para lograrlo. Los resultados de esta investigación nos obligan a rebajar esta expectativa o, más bien, nos ayudan a situarla en su justa medida. La preocupación evidente que muestran los y las jóvenes hacia la cuestión medioambiental entra en conflicto con la idea de sentirse parte (casi indefectiblemente) de una sociedad consumista e individualista. El 72 % opina que somos incapaces de abandonar este estilo de vida. 

Se puede decir que existe un elevado nivel de concienciación ambiental respecto del reciclaje y la separación de residuos en el hogar; también una buena predisposición a comprar moda y tecnología producida de manera sostenible y ética. Pero en términos generales los y las jóvenes están poco dispuestos a introducir cambios radicales en sus estilos de vida con el fin de reducir su huella de carbono y su impacto ambiental. Algunos porque no pueden, condicionados en gran medida por su capacidad económica, y la gran mayoría porque no saben, desconocen el impacto medioambiental de los productos que consumen y no vislumbran fórmulas alternativas y sostenibles a la sociedad de consumo. Por eso, el sentimiento más extendido entre las personas jóvenes con respecto a la cuestión medioambiental es la impotencia. 

En el conjunto de la investigación realizada se ha llegado a la conclusión de que lograr un mayor compromiso individual y colectivo en la lucha contra el cambio climático pasa por el necesario cumplimiento de tres condiciones íntimamente relacionadas:

Educar en la competencia ecosocial. El informe demuestra que los y las jóvenes tienen un conocimiento más bien superficial y fragmentario de la cuestión medioambiental, por lo que se considera de especial relevancia que desarrollen un mapa conceptual y de dinámicas mucho más amplio y preciso del actual sistema de producción, distribución y consumo, así como de su propia posición y papel dentro de él. La escuela tiene aquí una función epistémica irreemplazable que ayuda a las personas a comprender el mundo, a habitarlo y transformarlo. Los y las jóvenes son muy conscientes de ello, por eso el 82 % demanda más educación sobre temas medioambientales en los centros educativos.

Formar ciudadanos y ciudadanas globales con una profunda identidad medioambiental. Las conductas de los jóvenes están fuertemente moldeadas por los estímulos que surgen del entorno inmediato, como la familia, los amigos o el contexto educativo, que desempeñan un papel fundamental en la configuración de los valores personales y las normas sociales, lo que, a su vez, influye en sus decisiones de consumo. Es imprescindible por ello fortalecer una identidad de ciudadanía global activa y responsable, tal y como se contempla en el ODS 4 de la Agenda 2030 de la Organización de las Naciones Unidas.

Aumentar su sentimiento de autoeficiencia. Los resultados de este estudio apuntan a que, para lograr un mayor compromiso individual y colectivo en la lucha contra el cambio climático, no es suficiente con proporcionar información y formación a los jóvenes, sino que es preciso fortalecer la creencia de que ellos tienen un papel clave y necesario, y de que su impacto es eficaz.

 

*Ariana Pérez Coutado
Coordinadora de investigación de la Fundación SM

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