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Pornografía y juventud o la educación sexoafectiva como camino a seguir

By 28 diciembre, 2023 enero 17th, 2024 No Comments

La pornografía forma parte ineludible del panorama sociocultural y comunicativo contemporáneo y genera impactos y consecuencias sobre el modo en el que se construye y se concibe la sexualidad y las prácticas sexuales. La percepción de la juventud se articula entre la atribución de aspectos positivos vinculados al consumo de porno, como son la exploración de la propia sexualidad y el acceso a disidencias de la sexualidad heteronormativa blanca, y la conciencia de que existe una carga inherente de desigualdad, discriminación y violencia hacia las mujeres reflejada en los contenidos pornográficos. Es necesario poner el foco en campañas de concienciación y sensibilización, así como desarrollar de forma efectiva la educación sexoafectiva en todas las etapas de la vida.

En la sociedad contemporánea nos encontramos con una delicada situación respecto al porno, con la incidencia de lo que se denomina «nueva pornografía» online (Ballester y Orte, 2019), es decir, una industria pornográfica caracterizada por: mejoras en los dispositivos de grabación, accesibilidad gratuita y prácticamente ilimitada de contenidos, y representación de todo de tipo de prácticas y corporalidades atendiendo a nichos de mercado específicos y con diversos grados de interacción. Esta reconfiguración del sector pornográfico afecta particularmente a la población adolescente y joven que se ha socializado en un entorno cada vez más mediado por las tecnologías digitales en el que el acceso a contenidos pornográficos resulta prácticamente ineludible.

Es por esto que desde el Centro Reina Sofía de Fad Juventud desarrollamos la investigación Juventud y pornografía en la era digital: consumo, percepción y efectos, financiada por el Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030, con el objetivo de analizar las prácticas, las percepciones y las actitudes de la población adolescente y joven en España (de 16 a 29 años) con relación a la pornografía y profundizar en el significado, vivencias e impacto que tiene en sus vidas como agente de socialización. 

LA PORNOGRAFÍA COMO ELEMENTO OMNIPRESENTE
Joven en mosaico grecorromano recortado. Autoría: WikiImages. Fuente: Pixabay.

Los datos de nuestro estudio muestran que el 62,5% de jóvenes consume porno y el 45% accede por primera vez a contenidos pornográficos entre los 12 y los 15 años (1 de cada 4 antes de los 12 años).

Es importante remarcar que las diferencias entre hombres y mujeres son fundamentales, puesto que la socialización de género tiene un efecto diferencial claro: 72,1% de chicos consume porno frente al 52,6% de chicas. Las diferencias por género no se observan únicamente en la realización de la práctica en sí, sino en todas las demás variables vinculadas a la pornografía: el modo en el que se consume, el tipo de contenidos, la frecuencia, la percepción, etc. Por remarcar estas diferencias, de los y las jóvenes que afirman consumir porno, casi la mitad de los chicos lo hace al menos una vez por semana (un 22,4% todos los días y un 25,7% algo menos) mientras que un marginal 2,1% de las chicas consume porno a diario y un 11,5% lo hace al menos una vez por semana.

El panorama muestra un acceso prácticamente omnipresente puesto que, con independencia de la voluntad o no para llegar a contenidos pornográficos, estos terminan apareciendo en las prácticas cotidianas. Adolescentes y jóvenes se encuentran con contenidos pornográficos sin buscarlos necesariamente.

PORNOGRAFÍA Y VIOLENCIA
Manos de mujer atadas en escultura. Autoría: Meelimello. Fuente: Pixabay.

La violencia tiene un papel preponderante en la pornografía (Peter & Valkenburg, 2016) y su presencia y normalización es uno de los principales problemas en cuanto a la relación entre jóvenes y porno. La juventud reconoce esta realidad, pues 4 de cada 10 jóvenes creen que es habitual encontrarse con violencia física en la pornografía (38,4%) e incluso 1 de cada 3 dice que son habituales las violaciones o el abuso sexual (33,3%). También, 1 de cada 4 admite que consume con frecuencia contenidos sexuales que muestran violencia física o verbal y 16,6% contenidos altamente violentos o denigrantes. Además, también son conscientes de que esta violencia afecta especialmente a las mujeres (Alario Gavilán, 2011). Un 43,1% afirma que la pornografía discrimina con frecuencia a las mujeres (55% ellas y 32,4% ellos) y un 48,2% de mujeres y un 26,7% de hombres que la pornografía fomenta la cultura de la violación. El problema crucial es que, pese a que adolescentes y jóvenes son relativamente críticos y críticas frente a la pornografía, así como dicen que no se creen todo lo que ven, los contenidos violentos y las dinámicas sexuales acaban por permear en sus imaginarios.

Es difícil dimensionar hasta qué punto influye la pornografía en la construcción de estos imaginarios en torno al deseo sexual y las prácticas sexuales, pero tanto jóvenes como personas expertas admiten que hay mucha influencia. Los datos también muestran que quienes consumen pornografía tienden a registrar porcentajes más altos de aceptación ante afirmaciones que reflejan estereotipos de género y formas de concebir la sexualidad ancladas en un modelo patriarcal, en comparación con jóvenes que no consumen pornografía. Por poner algunos ejemplos: entre quienes consumen porno, un 18,6% afirma que la comunicación no es importante en el sexo, mientras que entre quienes no consumen el porcentaje es del 14%; y un 16,1% de quienes consumen porno está de acuerdo con que en ocasiones ayuda presionar a las mujeres para tener sexo porque no siempre están seguras de querer, frente al 13,8% de acuerdo entre quienes no consumen pornografía. Como vemos, se puede establecer un vínculo entre el consumo de pornografía y la extensión de una visión de la sexualidad basada en la desigualdad entre hombres y mujeres y en la que el consentimiento no está claramente interpretado ni valorado.

EL CAMINO A SEGUIR PASA NECESARIAMENTE POR LA EDUCACIÓN SEXOAFECTIVA
Anatomía femenina dibujada. Autoría: PositiveSexEdWithErin. Fuente: Pixabay.

Existe un claro consenso, tanto desde voces expertas como por parte de la propia juventud, sobre el modo en el que la pornografía rellena un vacío informativo sobre sexualidad que existe en nuestra sociedad, actuando como un factor de socialización más desde la infancia y a lo largo de toda la vida. Aunque la mayoría se posiciona en contra de los postulados que equiparan las prácticas representadas en el porno al sexo real (59,7%), especialmente en el caso de las mujeres, sí hay porcentajes minoritarios pero muy significativos que legitiman o normalizan el uso de la pornografía como herramienta para la educación sexual. Los datos indican que para 2 de cada 10 jóvenes el consumo de pornografía es un recurso útil para la educación sexual (el 27% de los chicos frente al 13,7% de las chicas).

En este sentido, resulta preocupante las carencias de nuestra sociedad en materia de educación afectivo-sexual: aproximadamente, la mitad de jóvenes afirman no haber recibido educación sexoafectiva de calidad ni en su centro educativo (45,9%) ni por parte de su entorno familiar (50,1%). Como consecuencia, después de la búsqueda de disfrute, la principal motivación para consumir pornografía es la curiosidad y la exploración o la búsqueda de conocimiento y aprendizaje sexual; aproximadamente un 15% de jóvenes afirma acceder a contenidos pornográficos con este fin. De hecho, llama la atención que entre la juventud se advierte cierto consenso ante la idea de que el consumo de pornografía influye significativamente en un mayor aprendizaje, experimentación y satisfacción en las relaciones sexuales.

El posicionamiento de la juventud es claro, especialmente entre las mujeres, a la hora de abogar por una reforma profunda del modo en el que la pornografía se inscribe en nuestra sociedad. Los y las jóvenes son conscientes de que la pornografía no puede ser el principal agente de socialización sobre sexualidad, siendo algo especialmente relevante en las etapas de infancia y adolescencia y ante la evidencia de que el consumo de pornografía a edades tempranas tiene consecuencias negativas para adolescentes y jóvenes (normalización de la violencia sexual contra las mujeres, problemas en la socialización respecto a las relaciones sexoafectivas o riesgos de adicción).

Ante esta realidad, es normal y deseable que surjan iniciativas para proteger a los y las menores de edad y prevenir frente a los potenciales problemas que entraña el acceso y consumo de pornografía, aunque conviene recalcar la necesidad imperiosa de incorporar, mejorar y fomentar la educación sexual y afectiva. Si bien pueden tener resultados positivos algunas medidas restrictivas y coercitivas como la identificación y el señalamiento de abusos, las sanciones a empresas y webs, la imposición de códigos de conducta, los sistemas de verificación de edad u otros mecanismos de restricción en el acceso y publicación de contenidos, lo cierto es que la lucha contra la pornografía pasa necesariamente por la educación en materia de sexualidad y relaciones sexoafectivas.


REFERENCIAS

Alario Gavilán, M. (2011). La reproducción de la violencia sexual en las sociedades formalmente igualitarias: Un análisis filosófico de la cultura de la violación actual a través de los discursos y el imaginario de la pornografía.

Ballester, L., & Orte, C. (2019). Nueva pornografía y cambios en las relaciones interpersonales (Vol. 2). Barcelona. Octaedro.

Gómez Miguel, A., Kuric, S. y Sanmartín, A. (2023). Juventud y pornografía en la era digital: consumo, percepción y efectos. Madrid: Centro Reina Sofía de Fad Juventud. DOI: 10.5281/zenodo.10144121

Peter, J., & Valkenburg, P. M. (2016). Adolescents and Pornography: A Review of 20 Years of Research. Journal of Sex Research, 53(4–5), 509–531. https://doi.org/10.1080/00224499.2016.1143441

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