*Alfredo Oliva y Amapola Povedano
La representación social que tenemos de la adolescencia está demasiado marcada por unos tintes negativos que hace que consideremos a las y los adolescentes como conflictivos, irresponsables e inmaduros. Una concepción dramática y poco basada en la evidencia que tiene importantes consecuencias, tales como los prejuicios, la tendencia de la profecía a auto-cumplirse, el aumento de los conflictos intergeneracionales en la familia y la escuela, o la limitación de derechos a adolescentes menores de edad.
Podríamos pensar que poner el foco en algunos de los problemas más prevalentes en la adolescencia ha facilitado la investigación y la intervención sobre unas situaciones de riesgo que durante mucho tiempo habían sido ampliamente ignoradas. Sin embargo, ese interés por el lado oscuro de la adolescencia ha llevado a estrategias basadas en un modelo demasiado centrado en el déficit y similar al modelo médico tradicional, que considera la salud como la ausencia de enfermedad. Frente a ese modelo tradicional, cada vez somos más los investigadores que defendemos un modelo de desarrollo positivo adolescente más interesado por la promoción de la competencia, el bienestar y el desarrollo personal que por la prevención de problemas, y que consideramos que una juventud libre de problemas no es una juventud suficientemente preparada para afrontar los muchos retos futuros que le esperan.
Apostamos por un modelo que presta una especial atención a la inclusión de variables que clásicamente han sido excluidas del interés investigador en el modelo tradicional, como es, por ejemplo, el género. Desde las primeras concepciones de la adolescencia hasta bien entrado el siglo XX, intelectuales en los campos de la filosofía, la antropología, la sociología o la psicología hicieron referencia al adolescente varón como representativo de esta etapa. Así, encontramos en el estudio de la adolescencia un marcado carácter androcéntrico que ha supuesto una escasa representatividad de las mujeres en la investigación.
La inclusión de la perspectiva de género supone una herramienta fundamental para superar este sesgo y atender a una importante variable empírica y analítica que nos ayuda a explicar el comportamiento de chicos y chicas adolescentes. Por este motivo, es importante incluir esta perspectiva cuando analizamos los factores individuales, familiares, escolares, relacionales y comunitarios asociados al desarrollo positivo en la adolescencia Y es que uno de los fines de la investigación en las Ciencias Sociales debe ser el orientarse hacia el desarrollo y la creación de un conocimiento que nos permita comprender los mecanismos que sostienen la igualdad y realizar propuestas de desarrollo de competencias en las personas orientadas a una sociedad más igualitaria en todos los ámbitos y específicamente en la relación entre hombres y mujeres.
Por lo tanto, estamos ante un modelo que trata de definir cuáles son las competencias que configuran un desarrollo adolescente positivo, así como identificar cuáles son los activos presentes en la familia, la escuela o la comunidad capaces de promover ese desarrollo. Y todo ello teniendo en cuenta que el género representa una variable moderadora fundamental a la hora de analizar y entender estas relaciones. Sobre este modelo y con estos objetivos hemos desarrollado la investigación «Bienestar y desarrollo positivo adolescente desde una perspectiva de género. Un estudio cuantitativo».
La investigación «Bienestar y desarrollo positivo adolescente desde una perspectiva de género. Un estudio cuantitativo»
La Universidad Pablo Olavide y la Universidad de Sevilla hemos llevado a cabo durante los últimos años este estudio, con financiación de Fad y cuyos últimos resultados acaban de publicarse. La investigación que se publica ahora estuvo precedida por una investigación cualitativa previa que sirvió como primera toma de contacto con la temática y para el desarrollo de algunos de los instrumentos empleados en el estudio cuantitativo cuyos resultados resumimos aquí. La investigación actual se realizó sobre una muestra de 1614 adolescentes con edades comprendidas entre los 12 y 18 años seleccionados en 13 centros educativos de las provincias de Sevilla, Cádiz y Córdoba, que cumplimentaron cuestionarios de forma anónima. También participaron 515 padres y 674 madres, así como 93 profesores y 109 profesoras de educación secundaria y bachillerato.
La primera parte del estudio se centró en analizar la opinión de adolescentes, progenitores y profesorado sobre lo que consideraban el adolescente ideal, la familia ideal y la escuela ideal. También se indagó acerca del nivel de satisfacción personal que chicos y chicas tenían con las competencias del modelo ideal de adolescente, con su propia familia y con la escuela en la que cursaban sus estudios. El profesorado también indicó su grado de satisfacción con su escuela. Por lo tanto, una de las fortalezas del estudio es la de haber dado voz a los tres colectivos más directamente implicados en el desarrollo adolescente, así como evaluar tanto la visión ideal como la satisfacción con la real.
Resumen de resultados de la investigación «Bienestar y desarrollo positivo adolescente desde una perspectiva de género. Un estudio cuantitativo»
El modelo ideal de adolescente
Es interesante destacar que hubo más coincidencias que diferencias entre adolescentes, progenitores y profesorado en la importancia dada a las competencias que configuraban el modelo ideal de adolescente y que estuvieron agrupadas en cinco áreas: personal, cognitiva, social, emocional y moral.
Los tres colectivos situaron en primer lugar de valoración algunas competencias del área moral: el respeto a personas de diferente raza, género, religión o capacidad, lo que indica que este respeto a la diversidad es un valor muy arraigado tanto en la escuela como en la familia. Otras competencias, también del área moral, como la responsabilidad y la prosocialidad, también fueron muy valoradas por el alumnado, lo que contrasta con el estereotipo negativo asociado a la adolescencia.
En cuanto a las diferencias de género, las chicas se situaron por delante de los chicos en la valoración otorgada a competencias de las áreas personal y moral. La comparación de los tres colectivos mostró una mayor valoración por parte del alumnado, con respecto a progenitores y profesorado en muchas de las competencias.
En cuanto al grado de satisfacción con sus propias competencias, en términos generales, tanto chicos como chicas mostraron niveles altos de satisfacción, aunque hubo algunas diferencias de género. Las chicas mostraron más satisfacción con las competencias de tipo moral o cognitivo mientras que los chicos lo hicieron en competencias personales.
La familia ideal
En el retrato que chicas y chicos realizaron de la familia ideal destacan la alta valoración que asignaron a aspectos como el ser respetados, comprendidos y aceptados tales como son por sus progenitores o las muestras de afecto y cariño, mientras que dieron menor importancia al control y supervisión parental. Madres y padres también valoraron altamente la aceptación y el afecto, al igual que la comunicación con sus hijos e hijas. Es decir, las perspectivas de progenitores e hijos/as son muy coincidentes en los aspectos relativos al apoyo y afecto. Sin embargo, chicos y chicas reclaman más aceptación en esta etapa evolutiva en la que van a la búsqueda de más autonomía y menor control. En general los chicos y chicas se mostraron muy satisfechos con sus familias, aunque ellos se situaron ligeramente por encima de ellas en satisfacción.
La escuela ideal
Las características de la escuela ideal más valoradas por el alumnado fueron las relativas al trato recibido por parte del profesorado y a su apoyo para conseguir buenos resultados académicos. También valoraron mucho la capacidad del personal docente para explicar bien sus materias. En términos globales las chicas valoraron más que los chicos todas las características de la escuela ideal con la excepción del uso de nuevas tecnologías.
Las valoraciones de profesoras y profesores no discreparon mucho de las del alumnado, aunque estos últimos dieron más importancia a aspectos relativos a la transmisión de conocimientos y al uso de nuevas tecnologías. Este uso fue el que generó más insatisfacción en alumnos y alumnas, y también entre el personal docente. Además, cuando se comparó la importancia dada por el alumnado a las características de la escuela ideal con su nivel de satisfacción con esas mismas características en su escuela, las mayores diferencias aparecieron en aspectos referidos a la capacidad docente, y el respeto, el apoyo o la promoción de autonomía por parte del profesorado.
Competencias personales y «ajuste adolescente»
El estudio también permitió analizar la relación que determinadas competencias personales relacionadas con el desarrollo y el bienestar, como la autoestima, el rendimiento académico, la regulación emocional, la satisfacción vital o el autocontrol, entre otras, guardaban tanto con el género o la edad, como con la valoración que chicos y chicas realizaron de sus activos familiares y escolares, evaluados a partir de su satisfacción las características de su familia y de su escuela. También se relacionaron estos activos con los problemas conductuales y la sintomatología depresiva de chicos y chicas.
En términos generales, los chicos mostraron una valoración más positiva de sus competencias personales y menos sintomatología depresiva que las chicas, mientras que la edad guardó una relación negativa con esas variables, de forma que fue el alumnado de más edad quien puntuó más bajo en muchas de las competencias personales y más alto en síntomas depresivos y problemas comportamentales. Si tenemos en cuenta que muchas de estas competencias personales pueden considerarse indicadores del bienestar adolescente, se puede afirmar que son los chicos de menos edad quienes mostraron más bienestar, y también menos problemas de ajuste emocional.
Relación entre los tres ideales
En cuanto a la relación de los activos familiares y escolares con el bienestar y el ajuste adolescente, es importante destacar que todos los activos contribuyeron de forma significativa al fomento del bienestar, la competencia académica y el ajuste emocional y comportamental, aunque la contribución de la familia superó a la de la escuela. Ello pone de relieve que la familia sigue siendo un contexto fundamental de desarrollo durante la adolescencia. Como era de esperar, las competencias personales, especialmente la autoestima y el autocontrol, mostraron una relación muy significativa con un mayor bienestar y con menores síntomas depresivos.
Perfiles de bienestar
También se establecieron cuatro grupos o perfiles de adolescentes en función de sus niveles de bienestar con el objetivo de determinar cuáles eran los factores o variables asociados a la pertenencia a cada perfil. Los resultados mostraron que el grupo que incluía al alumnado con mayor bienestar estaba formado por más chicos que chicas, muy satisfechos con sus características personales, y con las de su familia y escuela, con alta autoestima y autocontrol, con un comportamiento cívico alto y una actitud favorable hacia la autoridad institucional, con buena regulación emocional, buen rendimiento académico, escasos síntomas depresivos y pocos problemas de conducta.
Transferencia de resultados de la investigación «Bienestar y desarrollo positivo adolescente desde una perspectiva de género. Un estudio cuantitativo»
De los resultados del estudio se pueden extraer algunas sugerencias interesantes de cara a la promoción del desarrollo adolescente, así como para la prevención de problemas emocionales y conductuales. Por una parte, la importancia de los activos familiares aconseja que cualquier programa de intervención incluya el trabajo con madres y padres para fomentar el ejercicio de una parentalidad positiva que tenga en cuenta las necesidades del/la adolescente. También ofrecen unas pistas interesantes de cara al diseño de contextos escolares que consideren la opinión tanto del profesorado como del alumnado. O indican la importancia de algunos activos personales, familiares y escolares a la hora de diseñar programas dirigidos a la promoción del bienestar y el desarrollo adolescente. Activos que el estudio también ha revelado como verdaderos factores de protección ante el surgimiento de síntomas depresivos y problemas de conducta.
Finalmente, tenemos que destacar la importancia de tener en cuenta la perspectiva de género en el diseño e implementación de estos programas, ya que aparecieron diferencias entre chicas y chicos en muchos de los indicadores incluidos en la presente investigación. Así, se podría favorecer la adquisición por parte de las chicas de aquellas competencias que les posibiliten mejorar sus niveles de bienestar subjetivo, aspecto en el que ellas se mostraron ligeramente deficitarias.
*Alfredo Oliva es doctor en Psicología y profesor en la Universidad de Sevilla.
*Amapola Povedano es doctora en Psicología Social por la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, donde actualmente trabaja como profesora.