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Carles Feixa: «El lugar de la juventud en la sociedad está eternamente en cuestión»

By 8 septiembre, 2023 septiembre 11th, 2023 No Comments

Carles Feixa habla con calma, pero con convicción profunda sobre lo necesario que es tener consideración con la juventud, en el más estricto sentido de la expresión: atenderla, respetarla y pensar sobre ella. Es catedrático de Antropología social y profesor de la Universitat Pompeu Fabra (UPF) y lidera, con su colega Mònica Figueras, la Red de Estudios de Juventud y Sociedad (REJS 3.0). A mediados de junio, nos encontramos virtualmente con él, como miembro del Comité Asesor del Centro Reina Sofía, para afinar en nuestros objetivos comunes y conocer los nuevos proyectos de investigación, transferencia e incidencia política que le ocupan.

Pregunta obligada, Carles, como parte de nuestro comité asesor: ¿Cuáles son los retos a los que se enfrenta la juventud con más dificultad ahora mismo? Los que son también nuestros retos como sociedad y tu motivo de lucha y de trabajo en terreno como antropólogo.

Hablo desde mi triple vertiente como investigador sobre juventud, trabajo en el que me desempeño desde hace ya muchos años, más concretamente, desde que era joven (que ya no lo soy); como director de proyectos donde jóvenes investigadores están investigando sobre sus modos de vida; y como padre de dos hijos que están en esta franja de edad. Las tres perspectivas no siempre coinciden, pero de alguna manera suponen una triangulación de ópticas.

En un artículo que publiqué hace tres años en la Revista Española de Sociología, titulado “Identidad, juventud y crisis”, en un monográfico que coordinamos desde la Red de Estudios de Juventud y Sociedad sobre los retos actuales de la juventud española, hacía un recorrido teórico (evocando un libro clásico de Erik Ericson, un psicólogo social que en los años sesenta publicó un libro con este título, donde se cuestionaba si las crisis psicológicas e identitarias corresponden, o no, a crisis sociales, cuál era el determinante) que planteaba que la generación actual de jóvenes se enfrenta a varias crisis: la crisis del pasado, que es la crisis económica de 2008 —supuestamente superada por la sociedad general, pero no por la juventud, que se ve afectada por la precariedad laboral y por la crisis de la vivienda como correlato de esta precariedad laboral —; en segundo lugar, la crisis del presente, que era la crisis del coronavirus y que ahora sería la “crisis del pasado inmediato” — con consecuencias sobre el bienestar emocional y la salud mental de los y las adolescentes y jóvenes —; y, en tercer lugar, la crisis del futuro, que es la crisis de la emergencia climática o de la emergencia energética — que se aúna a una cuarta crisis, que es la crisis bélica y que aunque pareciera que nos queda muy lejos, directa o indirectamente afecta a las juventudes —.

Jóvenes multitudes. Autoría: WikimediaImages. Fuente: Pixabay.
La crisis bélica, ¿cómo afecta a la juventud?

En parte también como la pandemia, les genera la sensación de que el mundo pacífico y democrático que ellos habían pensado, de progreso indefinido y sostenible, también está en cuestión. Es decir, en un momento en el que la crisis económica, supuestamente, ya se ha superado, en cambio la crisis vital para esta generación se refuerza y no se ven muchas alternativas.

Estas crisis se supone que son muy distintas, pero todas inciden en el sentimiento de la juventud de que su lugar en la sociedad está eternamente en cuestión. Ya no es la generación del 15M, de la protesta. No se ha enganchado a la movilización colectiva feminista ni por el clima, porque cuando se empezaron a enganchar vino la pandemia. Y aunque se les ha intentado integrar desde las políticas públicas, con la reforma laboral en España y con el programa Next Generation en la Unión Europea, no se les termina de recuperar socialmente y esto alimenta su crisis vital.

Pero las y los jóvenes sí tuvieron capacidad de agencia sobre la emergencia climática, con movimientos como Fridays for Future, liderados globalmente por la juventud… Y también respecto al feminismo, que se ha identificado como otra bandera generacional.

Sí, sí, así es. Hasta la pandemia, adolescentes y jóvenes llevaron la delantera en estos movimientos. Antes de la pandemia, sin ninguna duda. Pero después de la pandemia los debates que ellos y ellas plantearon se han quedado sin respuesta y como una cosa de otra generación.

Y no solo no se les concede el protagonismo suficiente en estas causas, sino que se les criminaliza, se pone de relieve lo que no hacen o lo que dejan de hacer, en vez de lo que sí hacen. Tú que has trabajado y estudiado las bandas juveniles de calle, como ejemplo paradigmático de este ensañamiento, y que has reclamado, junto con el resto de la Red de Estudios de Juventud y Sociedad (REJS), que no se estigmatizase a los jóvenes como culpables de la segunda ola de la pandemia, ¿cómo explicas estos señalamientos?  

Desde los años 60, la juventud, en general, y las minorías juveniles, en particular, ya sean minorías subculturales o de origen migrante se han convertido en un chivo expiatorio muy fácil de usar y manipular, no solo por parte de los medios de comunicación, sino por parte de algunos grupos ideológicos y políticos que proyectan en ellos y ellas lo que en realidad son problemas estructurales de la propia sociedad. Y aunque los jóvenes sí que tienen capacidad de agencia, de visibilizar aquello que no funciona a nivel político, económico o cultural en una sociedad, no tienen la capacidad de solucionar problemas de estructura. Y los ejemplos que acabas de comentar son bastante evidentes de esta exigencia.

Juventud en protesta. Autoría: WFlore. Fuente:Pixabay.

Por una parte, cuando hay una crisis migratoria, partidos en toda Europa y en el mundo, populistas o de extrema derecha, aprovechan para generar pánico moral sobre un sector muy minoritario, generando enunciados sin datos de investigación que los sostengan, ni siquiera con datos de fiscalía que lo sostengan. Es el caso de las bandas latinas, que la misma fiscalía reconoce que solo están vinculados a ellas un porcentaje ínfimo de los delitos y que ha ido a menos, sin embargo, el pánico moral que generan es muy grande. Y es el caso de la culpabilización de la juventud durante la pandemia, a la que se acusaba de originar los rebrotes, cuando tampoco estaba demostrado que fueran ellos los culpables y no se puso en valor todo aquello de positivo que aportó esta generación (uno de los estudios del Centro Reina Sofía de Fad Juventud demostró que en muchas familias se pudo sobrevivir al confinamiento gracias a la actitud proactiva tecnológica por parte de los jóvenes). Y eso se ha concretado, tras la pandemia, en el tema del botellón o de las raves, que parece ser uno de los grandes enemigos públicos en España — tenemos tres: las bandas latinas, las macro raves, y los menas—.

No se corresponde ni mucho menos con la problemática real, pero como es algo muy espectacular y que es muy fácil de manipular, no tiene contra discursos. Se siguen discursos hegemónicos que todos los medios de comunicación, sin distinción (me sabe mal decirlo, pero es así: no hay un matiz ideológico, son todos) utilizan. Y esto, en vez de ayudar a tomar conciencia de los problemas, lo que hace es bloquearlos porque los protagonistas se sienten atacados y no hay ninguna medida de política pública para abordarlo de manera valiente.

¿Qué políticas de juventud hacen falta? ¿Cómo construirlas?

Ni siquiera desde políticas progresistas se plantean políticas de juventud inclusivas. En la UPF, después del Proyecto Transgang (en el que hemos investigado durante cinco años experiencias de mediación con grupos juveniles de calle en doce ciudades del Sur de Europa, Norte de África y América Latina) estamos creando un laboratorio, que se llama YouthLab (laboratorio sobre juventud, inclusión social y mediación) donde intentaremos que los resultados de esta investigación y de otras que se vayan desarrollando se puedan poner en valor, aplicándolas a una necesidad que hemos ido descubriendo estos años, que es muy perentoria, en centros educativos, en entidades de origen migrante, de acompañamiento, mentoría, asesoría y formación en estos temas y en general de los temas de prevención de la violencia.

Investigación aplicada a la prevención y a la no estigmatización: qué necesaria. ¿Destacarías alguna otra problemática a la que podrían aplicarse resultados de investigación?   

También a la prevención de la violencia de género y de la violencia sexual, un tema que en Fad Juventud habéis trabajado mucho y que está relacionado con la actitud supuestamente machista, o neomachista, de un sector de jóvenes. No puede negarse que existe, pero es un error culpar a esta juventud como si la sociedad no fuera corresponsable. Y, sobre todo, no podemos abordarlo desde el extra punitivismo.

Prevención de las violencias sexuales. Autoría: Antonio_Cansino. Fuente: Pixabay.

Por ejemplo, ante los casos recientes de violación colectiva a veces se plantea la rebaja de la edad penal como una solución, que se pueda imputar a los menores de dieciséis e incluso de catorce años, sin tener en cuenta que estos casos deberían ser un toque de alerta de cómo estamos planteando la educación sexual o la educación en general. Y que la manera de prevenir la violencia no es atacando, criminalizando a ese sector de la juventud que, por otra parte, como sabemos todos los que trabajamos con la juventud, es muy moldeable y casi siempre puede reconducirse.

Todo es posible, en el trabajo con juventudes no hay nada que se dé por supuesto, todos los jóvenes que han ejercido situaciones de violencia, si encuentran una vía de inclusión, de acompañamiento positivo, pueden acabar siendo personas perfectamente válidas en la sociedad. Y que, por tanto, criminalizar y penalizar en exceso estas situaciones en realidad es muy mal negocio porque acaba saliéndonos el tiro por la culata.

¿Cómo fuiste fraguando tú esta manera de ver los estudios de juventud?

Yo acabé mi carrera de antropología en el año 1985, que era el Año Internacional de la Juventud. Y llegué al estudio de la juventud un poco por casualidad, porque yo era miembro del Consejo de la Juventud local y militaba en entidades juveniles (por ejemplo, en el movimiento de objetores de conciencia y en entidades deportivas, religiosas, de distinto tipo…) y, por tanto, desde el principio yo no investigué la juventud simplemente como alguien externo, sino como alguien implicado y que tenía intención de que eso tuviera alguna utilidad en el diseño de políticas públicas y en las formas de acceder y de comprender el mundo de los jóvenes. Y eso he intentado que siempre fuera así.

No se puede investigar la juventud desde un gabinete, desde un despacho. Hay gente que lo hace con resultados infructuosos. El trabajo de gabinete hay que hacerlo, pero siempre y cuando se complemente con una implicación directa en la realidad cotidiana de la juventud. La gran diferencia es que hoy en día los jóvenes leen nuestros trabajos, pueden leerlos al menos, y que hay jóvenes que se investigan a sí mismos, con lo cual no estamos hablando de un grupo externo sino de una generación de jóvenes investigadores precarios, que aunque tengan 30 o 35 años tienen becas o post becas, y que no son muy distintos de mi hijo mayor que desde la pandemia ha tenido un montón de mini jobs y que va sobreviviendo como puede. En definitiva, estos jóvenes-adultos que se investigan a sí mismos son un reflejo de su generación.

Por tanto, esta dimensión aplicada, o implicada, de la transferencia en investigación sobre juventud siempre ha estado presente en mi trayectoria, pero también creo que es un rasgo definitorio de los estudios de juventud en España. La mayoría de personas que seguimos ahí, casi todos en algún momento hemos asesorado a Administraciones, a entidades. De hecho, me han encargado coordinar el Informe Juventud en España 2024, en el que van a trabajar varias personas de la REJS, donde, ya adelanto, que por primera vez incorporaremos el grupo 30-34 años, que hasta ahora no entraba en las encuestas de juventud y que vale la pena considerar porque la juventud, hace 30 años, se acababa a los 29, pero ahora ya hay muchas situaciones en las que la condición social de juventud se alarga más allá de los 30.

Redifiniendo la juventud. Eso ya es epistemología…

Eso es. Y también incorporamos, como grupo de control, al colectivo de la juventud migrante, que salía indirectamente en la encuesta, pero estaba infrarrepresentada, teniendo en cuenta que los jóvenes nacidos en el extranjero o que tienen uno de los progenitores extranjeros son un tercio de la juventud española en general, lo cual es un peso muy importante y tiene implicaciones con temas de racismo, de discriminación, de falta de oportunidades educativas… Por tanto son cambios que es muy importante incorporar.

Espacios de socialización juvenil. Autoría: Joshua Woroniecki. Fuente: Pixabay.

Cuando me propusieron coordinar dicho informe, primero dije que no, porque no soy experto en métodos “cuantis”, como sabéis, pero después vi que era una oportunidad de dar otra mirada al fenómeno y también de incidir en las políticas públicas de juventud que en España han quedado un poco marginales en los últimos años, paradójicamente, porque las políticas públicas de Next Generation se basan —al menos en teoría— en apostar al gran potencial que podría tener la presente y la siguiente generación en superar las crisis que antes comentábamos. Es un error impulsar políticas para los jóvenes, pero sin los jóvenes.

¿Por qué debemos hacer incidencia política para que se considere la voz, no solo el voto, de los jóvenes?

Porque la solución no puede plantearse como un intento del estado, sino que requiere la participación de los jóvenes, no solo como actores secundarios o receptores, sino como actores intelectuales creativos que ofrecen y aportan vías alternativas.

Por ejemplo, en un problema básico, que es que, en un mercado de trabajo muy precarizado y muy tradicional, para la recuperación del tejido económico, productivo, de nuestra sociedad, si no contamos con los jóvenes el sistema de seguridad social se va degradando. Y ahora todo el mundo es consciente, pero la solución que se está dando es retrasar la edad de jubilación, cuando en realidad lo que debería hacerse es fomentar un trabajo de calidad en las primeras franjas de la vida para repartir mucho mejor el trabajo y también el salario y, sobre todo, innovar desde el punto de vista tecnológico, de la estructura de la empresa, de nuevos nichos laborales.

No se está dando respuesta a la frustración que muchos jóvenes tienen frente al mercado laboral, no solo por los bajos salarios y la precariedad, sino porque no tienen motivación y están buscando otras maneras de ganarse la vida, de afrontar esto porque no hemos sido capaces, en España, después de la crisis y de la pandemia, de renovar profundamente la estructura del mercado laboral con la participación de los jóvenes. La reforma laboral es un intento, pero está por ver si tendrá efectos duraderos en las nuevas generaciones. Y estamos perdiendo un tiempo muy valioso para repensar esta situación. Y es solo un ejemplo entre otros.

*La foto de cabecera del entrevistado fue tomada por Montserrat Iniesta, en Volos (Grecia), una de las ciudades más afectadas por las inundaciones recientes, en mayo de 2023, durante un encuentro de un proyecto europeo sobre juventud.

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